¡Pues vaya que aún hay cosas sorprendentes! A lo que puede llegar un partido político para intentar salvar la cara, desviar la atención de la realidad e intentar convencer al electorado de que esa rueda de molino que te quieren hacer tragar es cuadrada, es simplemente increíble.
El pasado fin de semana se celebraban en Madrid los ya tradicionales festejos del orgullo LGTBIQ. Unas celebraciones que hasta hace poco eran reivindicativas, sí, pero también festivas, llenas de color, música, buen rollo y mucha, muchísima tolerancia. Pero lamentablemente las de este año han sido diferentes. Y lo han sido porque parece que algunos quieren volver a la Edad Media, mientras que otros pactan con esos algunos y les dan lo que ellos piden, cambiar las leyes para que todos aquellos y aquellas que son distintos a lo que su ortodoxia y su incultura les dicta tengan que esconderse, que avergonzarse, que volver al armario en suma.
No son imaginaciones de mentes calenturientas. Vox ya está presionando en Andalucía para que sus socios de gobierno, Ciudadanos y PP, retiren en esa comunidad autónoma todas las ayudas a las asociaciones de defensa del colectivo LGTBIQ, así como a sindicatos que ellos consideran “politizados”. Y créanme ustedes que con seguridad esta petición va a ser aceptada por PP y Ciudadanos, al igual que aceptaron otras que siempre negaron que iban a aceptar. Las mismas medidas van a a ser propuestas y tomadas en todos aquellos lugares donde Vox sea la llave para el gobierno de Ciudadanos y del Partido Popular.
En esencia Ciudadanos, como dicen muchos analistas políticos de renombre, está deseando pactar con Vox, pero no sabe cómo hacerlo. Bueno, la verdad es que sí sabe. El problema radica en hacer creer al electorado que aunque firme un montón de pactos con los ultraderechistas en realidad no lo hace. Cosa harto difícil, para la que hay que montar un paripé de primerísima calidad y aun así no sé yo si conseguirán engañar a un electorado que es cada día más difícil de engañar.
Que si no salgo contigo en la foto; que si no negocio contigo en público; que si lo hago en privado pero sin que nos vean; que si no te doy esto; que sí, que vale, que te lo doy, pero que no se entere nadie; que si yo sí salgo en la foto contigo, pero el jefe no; que lo que sea antes de que los sociatas gobiernen, pero todo tapadito, ¿eh?
Aunque corren malos tiempos para los naranjas. Lo primero: crisis interna. Continúa el goteo (que se está convirtiendo en chorreo) de dimisiones de altos cargos y fundadores del partido, que no pueden aceptar la ultraderechización del mismo. Lo segundo: desprestigio externo y pillada en mentira descarada al líder excelso, Alberto Carlos Rivera, cuando decía que contaba con el apoyo de su adorado Macron para su política de pactos, cosa que este desmentía a los cinco minutos. Tercero: colectivos de los que tienen peso social y político y que incluso Ciudadanos aseguraba que los lideraba, como el feminista y el LGTBIQ, repudian a los naranjas por sus pactos con quienes no cesan de atacarles y de intentar recortar sus derechos. Lo cuarto: malos resultados de celebrarse elecciones anticipadas para Ciudadanos según la mayoría de las encuestas.
Y muchas cosas más. ¿Reacción del partido? Vamos a montar un show en el que interpretaremos a la víctima ultrajada y atacada injustamente, y así desviamos la atención de todo lo que estamos haciendo mal (según los demás, claro está). ¿Y dónde podemos montar ese show? ¡Pues en las celebraciones del orgullo LGTBIQ! Da igual que la organización, dados nuestros pactos con quienes tienen a todo lo LGTBIQ en la diana, nos haya prohibido a nosotros y al PP participar con nuestra propia carroza. Da igual que la policía y la organización nos hayan advertido de que no seremos bienvenidos y puede que haya problemas. Da igual de que en realidad los derechos del colectivo nos den igual, como hemos demostrado con nuestros pactos. Nosotros vamos, hacemos acto de presencia, esperamos a que algunos nos lancen agua con pistolas de ídem, a que otros nos llamen de todo, a que unos cuantos se sienten en el suelo para no dejarnos continuar la marcha. Nosotros, que sabíamos de sobra lo que iba a pasar (de hecho llevábamos grandes paraguas de colores en pleno verano por si “llovía”) hacemos caso omiso a las recomendaciones de una policía que nos acompañaba en todo momento, provocamos lo que podemos al personal y nos vamos mucho más tarde clamando contra la policía (parte de la cual, la municipal, es de nuestra responsabilidad), contra el Ministro de Interior (casualmente, gay), contra el colectivo LGTBIQ al que llamamos fascista (nosotros, que pactamos con los fascistas) y contra el mundo mundial. Y así conseguimos unos titulares que desvíen la atención de los problemas que nos aquejan.
Titulares han conseguido con su show, sí señores. Pero no sé por qué tengo la impresión de que no son todos favorables a ustedes. Se han metido ustedes con un colectivo tremendamente tolerante, probablemente el que más. Pero también notablemente influyente, no uno más en las lista de enemistades que han ido construyendo en estos últimos años, sino uno que junto al colectivo feminista y a todos los grupos sociales y políticos que les apoyan pueden hacer muy difícil, si no imposible, que algún día Carlos Alberto Rivera pueda llegar a La Moncloa. El golpe, a juzgar por los efectos mediáticos y las reacciones en las redes, no ha salido del todo como ustedes esperaban. Más bien al contrario, cada hora que pasa gana mayor peso en los medios y en las redes una explicación muy sencilla: han buscado ustedes provocar, han intentado abiertamente que les ataquen, y lo máximo que han conseguido es que les acusen precisamente de ello: de provocadores y de embusteros.
No puedo terminar sin desear a su líder, Albert Rivera, una rápida recuperación de la enfermedad que le aqueja y de la que me he enterado mientras escribía estas líneas. Mis mejores deseos para que esté usted pronto en su casa y en actividad.
