Por un lado, me debatía si criticar a pecho descubierto al lobby de la agricultura, y es que el pasado veintiuno de diciembre muchos fueron los ciezanos, entre ellos la compañera y referencia, Miriam Salinas, los que volvieron a criticar la quema indiscriminada de rastrojos por parte del sector agrícola, con su consiguiente empeoramiento de la calidad del aire. Durante algunos días pensé seriamente si este era un buen tema para escribir el primer artículo, pero rápidamente caí en la cuenta de que esta sección no nació para ser una crítica de la tierra que nos amamanta cada día. Es todo lo contrario. Es un rincón donde poner, quincenalmente, en valor todo lo bueno que nos rodea, que es mucho. Pronto entendí que si aquí se escribe algo, y más en el primer artículo de una nueva década, debía ser un aire fresco para todos aquellos ciezanos que sienten que el día a día pesa demasiado sobre sus hombros, o que la soledad, la enfermedad o la desazón les hace ver el día a día con más oscuridad que luz.
Este artículo viene a recordaros, queridos lectores, que siempre que un nuevo año llega a Cieza nuestra querida tierra vuelve a despertar, aunque nunca duerme, pero poco a poco comienza a despertar del letargo del durmiente otoño y el intenso invierno. Mi abuela siempre dice que a partir de Nochebuena a la gallinica le crece la pata, o lo que es lo mismo; los días son cada día más largos. La extensión de las horas solares nos permitirán disfrutar ante todo lo que comenzará a venir en cuestión de quince días. En apenas quince días veremos como la tierra vuelve a pintar nuestra vida de rosa. El espectáculo de la FLORACIÓN comenzará poco a poco a despertar nuestros sentidos y nos devolverá las ganas de caminar por nuestros envidiables entornos. El despertar de la tierra, nuestra tierra, nos enlazará con cuarenta días donde las cofradías comienzan a avisar a la ciudadanía que la Primavera del mundo, como dijo la locutora María Luisa Ortiz en el vídeo de presentación de la Semana Santa de Cieza 2008, tiene lugar en Cieza cuando la Dolorosa cruza el dintel de San Joaquín. Una semana que llenará Cieza de color, pasión, sentimientos, arte, reencuentros y devoción, pero sobre todo, una semana donde todos los que viven lejos de nuestra Atalaya vuelven a Cieza por su Semana Santa.
Si la Pasión en Cieza dura una semana es porque allá por el Maripinar las huestes moras de Abu-l-Hassan ya se preparan para venir a Cieza, la desdichada. Las Fiestas del Escudo La Invasión suponen el epílogo perfecto a la primavera más bonita que nos podemos imaginar. La Edad Media regresa a nuestras calles; llenándolas de color, fantasía, historia, cruces santiaguistas y alfanjes. Alfanjes y arcabuces que nos traerán por el Puente de Hierro lo más bonitos atardeceres que desde el Balcón del Muro, o la Ermita del Santo Cristo, uno nunca puede llegar a imaginar. Cuatro meses donde la tierra brota con más fuerza que nunca.
Cuatro meses donde el invierno y la primavera se fusionan para alzar nuestros sentimientos, hacer que nos reencontremos con nuestra identidad y hacernos partícipes de todo cuanto ocurra en nuestras calles y en cualquier rincón donde un ciezano nombre la palabra de oro: CIEZA.
Os espero en quince días. Mientras sigo observando la vida.
