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Miércoles, 17 de Abril del 2024
Sunday, 23 May 2021

Una sociedad sin alma

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Un soldado del ejército español ayuda a un joven inmigrante a salir del mar Un soldado del ejército español ayuda a un joven inmigrante a salir del mar Foto: EFE-Brais Lorenzo

CLR/Joqui Quijada.

En los últimos días hemos vistos como miles de personas desesperadas, en su gran mayoría niños, se jugaban la vida en el mar para conseguir el tan anhelado sueño de llegar a España. Para todas estas personas, España es sinónimo de esperanza, esperanza de salir de la miseria, esperanza de poder tener una vida mejor, esperanza de poder comer cada día, esperanza de poder tener asistencia sanitaria y medicinas si se ponen enfermos…

Con los primeros rayos de sol Adil junto a un grupo de veinte personas, la mayoría niños como él ,aprovechan la calma del mar para poder pasar a nado al otro lado del espigón, a tierras españolas, solo un pequeño trozo de tierra los separa de una vida mejor, solo un inmenso mar los aleja de sus sueños.

 

Las huellas de los pies descalzos de Adil, un niño marroquí de apenas diez años, dibujaban en esa playa el camino de una ilusión, una despedida sin palabras, era difícil dejar su tierra, su casa y su gente amada, pero más difícil era vivir en la miseria, tener hambre y no hacer nada.

 

Sus pies tocaron el agua, estaba fría, muy fría, pero seguiría adelante porque él se sabía fuerte y era valiente, no se rendiría, no se dejaría vencer por el miedo a la muerte porque necesitaba un futuro mejor, esa vida soñada.

 

Se metió en el agua con prisas, tenía que intentar no pensar en el frío, por suerte sabía nadar, pero en el mar siempre hay peligros. Al adentrarse en el Mediterráneo tomó consciencia de cada centímetro de su cuerpo, al principio el frío lo hizo tiritar, tenía escalofríos, temblaba, conforme pasaban los minutos sus movimientos eran más lentos y torpes, sus piernas delgadas golpeaban el agua salada pero apenas las notaba, el pánico empezó a apoderarse de él, tal vez no tendría fuerzas para llegar, tal vez sería ese su final, cada vez le costaba más moverse, ya apenas podía respirar, solo un par de brazadas más y podría hacer pie, recordar la sonrisa de su madre le daba fuerza para seguir nadando.

 

Cuando creyó que moriría porque ya no tenía fuerzas para seguir luchando por su vida, una mano fuerte lo cogió de un brazo y lo llevó hasta la orilla, era un soldado español, le había salvado la vida. El sueño de llegar a España era una realidad, no le importaba el cansancio, el frio ni el dolor que sentía, se había salvado, tendría una vida mejor en esas tierras de hermanos, en esas tierras amigas.

 

Los migrantes buscan una vida mejor, salir de la miseria, algo que cualquiera podría entender aunque parece ser que una parte de la sociedad en la que vivimos no lo entienda. Los españoles hemos sido también migrantes, algo que esta sociedad deshumanizada y poco empática olvida cuando le conviene, la búsqueda de una vida mejor es lícito e incluso admirable, lo que no es comprensible es que los gobernantes, personas que deberían mirar por los intereses de sus gentes se aprovechen de las miserias humanas para poder obtener beneficio, cualquier tipo de beneficio que obtengan es despreciable.

 

Está claro que hay una parte de la sociedad sin alma, sin sentimiento ni emociones, una sociedad vacía que desprecia la solidaridad de un ser humano que abraza a otro ser humano, que ataca al más débil para sentirse fuerte y que mira a otro lado y no hace nada ante las injusticias. A toda esa gente que no se conmueve con la mirada de desesperación de estos niños migrantes solo les pregunto, ¿Dónde quedó vuestra humanidad? ¿Qué os pasó para no compadecerse del dolor de otras almas?.

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