Hemos cambiado de gobierno. En un abrir y cerrar de ojos, el aparentemente inextinguible Rajoy se ha convertido en ceniza política ante nuestros asombrados ojos. De repente. Así, sin avisar. Lo que parecía ser una simple operación de castigo propagandística destinada al fracaso ha desembocado por esos misteriosos arcanos que rigen el destino de un país en un completo volte face; en cristiano, en una vuelta de tortilla total.
¿Qué ha pasado? Pues muy sencillo. Cuando alguien, en este caso el Partido Popular, se enemista con todos los demás, no es de extrañar que esto le pase factura. Cuando alguien, en este caso el PP, utiliza la mentira y la manipulación (lo que ellos llaman postverdad mintiendo hasta al mentir) primero para llegar al poder y después para mantenerse en él, no te extrañe que después nadie te crea. Cuando un partido político, ya sabéis cuál, gobierna única y exclusivamente en beneficio de los más ricos y poderosos y pasa por completo de los más débiles no debe parecer raro que estos últimos, que curiosamente son mayoría, te abandonen más temprano que tarde. Y cuando un partido político está roído por la corrupción y no hace nada en contra de ella, sino que por el contario intenta tapar sus vergüenzas e incluso arropa a los sinvergüenzas, pasa lo que pasa.
Y eso es lo que ha pasado. Y así nos hemos encontrado con un nuevo gobierno del que apenas sabemos nada. Porque no ha dado tiempo a nada. Por mucho que ahora Ciudadanos y Partido Popular anuncien por doquier que el PSOE ha pactado con independentistas, terroristas, “podemistas” y demás fauna política (según ellos), yo al menos no me lo creo. Porque la maniobra del gobierno de adelantar de forma inesperada y brutal la moción de censura para impedir las negociaciones entre los partidos contrarios al mismo ha impedido prácticamente dichas negociaciones. Pero al menos en mi opinión es tal la animadversión levantada por años de políticas sectarias y de ninguneo a todos aquellos que no pertenezcan a las clases dirigentes, de corrupción casi sin precedentes y de torpezas políticas que nos llevaban al borde de la ruptura como país, que casi todos los grupos políticos de la cámara y los ciudadanos a los que representan lo tuvieron muy claro: sí a la moción, no a la continuidad del gobierno del Partido Popular.
¿Consecuencias? Ninguna. La bolsa, los mercados, la prima de riesgo, los dioses de nuestra sociedad actual han pasado por completo de lo ocurrido y se han producido alzas en el IBEX-35 y bajadas de la prima de riesgo. Las dramáticas afirmaciones y lamentos del Partido Popular sobre las funestas consecuencias económicas que ya estaba produciendo la moción no sólo eran una invención desesperada, sino que se han demostrado falsas, rectificando la realidad lo que los agoreros anunciaban. O sea, que por el momento todo sigue como está.
¿Todo? No, no todo. Una noticia ha golpeado al país con fuerza de forma inesperada, sin que nadie lo sospechara. Me refiero a Zidane, exitoso y victorioso entrenador del Real Madrid, quien por sorpresa presentaba su dimisión apenas cinco días después de ganar la Champions. Y eso, señores, sí tiene consecuencias para nuestro país, sí que va a marcar nuestro futuro, sí que compite en importancia con el cambio de gobierno recién producido, sí que acapara las conversaciones de los españolitos de a pie. Aunque bueno, quizá no tanto. Porque esto es España, nuestra España, y aquí se nos olvida rápido lo que ha pasado antes de ayer, por mucha importancia histórica que tenga.
Pues eso, que no pasa nada.
