Manuel Juan Carrillo Marco nació en la añeja calle Cartas de Cieza, el 23 de junio de 1915. Su padre, Manuel Carrillo Garcia le precedió en el oficio de tallista e imaginero, siendo continuadora de la saga familiar, su hija Carmen Carrillo Ortega. En el volumen sobre la "Historia de Cieza", referente al arte, Manuel Juan Carrillo figura como "artesano local"; -y no es ningún desdoro o deshonra ser calificado como artesano-; pero cuando se logra insuflar la magnífica sensación de movimiento, casi real y a la vez tan natural a las figuras que componen el paso "Entrada de Jesús en Jerusalén", no cabe la menor conjetura : estamos ante un escultor con mayúsculas, un imaginero grandioso.

A lomos de una burra viaja Jesús, mirada al frente, mientras bendice a la imaginaria concurrencia de seguidores. Detrás, airosamente caminan dos de sus discípulos: Santiago y Juan. Estas últimas figuras nos traen a la memoria el bellísimo cuadro; -auténtica joya del Museo del Prado, que es "El tránsito de la Virgen" del italiano Andrea Mantegna. En esta pintura de Mantegna también conviven dos figuras masculinas, apóstoles ; los cuales velan el cuerpo yacente de la Virgen, recién fallecida. Porque los imagineros de la época de Carrillo tenían como fuente de inspiración, en muchas ocasiones, a los grandes maestros de la pintura. Sin embargo, en la actualidad la influencia del cine se ha dejado notar en bastantes imagineros, que posiblemente en la búsqueda de un realismo que a veces se convierte en "hiper-realismo", encuentran en el celuloide mejores referentes que en las representaciones plásticas de Rubens, Correggio, Tiziano u otros.

Los "cristos crucificados" del murciano Hernández Navarro sirven como ejemplo de la mentada influencia cinematográfica. La obra de Manuel Carrillo es la menos "salzillesca" de un autor como él, nacido en tierras murcianas. Pero el luminísmo levantino se entrevera con la impronta castellana que dejó en su obra el haber vivido varias temporadas en Valladolid. La intensidad dramática de Gregorio Fernández y Juni se transfieren sutilmente en las figuras de Carrillo, para hacerlas más rotundas y transcendentes.

Manuel fue un artista renacentista en pleno siglo veinte: tallista ornamental, imaginero, tronista, músico, dibujante y pintor. En el 1988, a la edad de 73 años marchó; quizás a la búsqueda de aquellos a los que tantas veces representó e inmortalizó con tanta maestría. ¡Y cómo no!...una vez traspasado ese umbral, la valoración de su obra tomó mejores consideraciones. Se sucedieron los homenajes póstumos, incluso algunas cofradías de su tierra desempolvaron y sacaron a relucir aquellas imágenes que fueron postergadas, habiendo sido sustituidas por las de otros autores. El no se llamaba Álvarez Duarte, ni Capuz, tampoco Planes; su nombre era Manuel Juan Carrillo y no tenía nada que envidiar a estos.... De todos modos, las alas de sus ángeles seguirán refulgentes de luz, agitando las noches de viernes santo y las figuras mágicas de Santiago y Juan no dejarán de caminar en busca de su autor.....