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Viernes, 19 de Abril del 2024
Saturday, 21 March 2020

El Viaje (Final) a Ninguna Parte. Una pandemia de nuestros días

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Bartolomé Marcos Bartolomé Marcos

CLR/Bartolomé Marcos.

El bicho que alguien ha soltado de su jaula en China es realmente peculiar.

Es nuevo, con lo que no se tiene fármaco o vacuna que lo pare. Es muy contagioso, mucho más que una simple gripe, por lo que la única medida contra él es convertirte durante unos meses en un ermitaño, es decir, llenar la capaza de alimentos de primera necesidad y renunciar a cualquier contacto social. Y por último, este bicho está modificado genéticamente para que sea inofensivo para niños y adultos en edad productiva, y en cambio se lleve por delante a todo ese cada vez más numeroso colectivo de ex-contribuyentes (bueno, hasta cierto punto, pues los jubilados siguen soltando un nada despreciable 20% de su paga mensual a Papá Estado), que tengan alguna patología previa (cabría preguntarse qué anciano, tras haber trabajado y cotizado durante 35 o 40 años no tiene dolencia alguna y está sano como una rosa) y que ingenuamente creen que van a vivir muchos años después de su jubilación con su casi siempre exigua pensión estatal.

 

Sí, amigo Cipión: las enormes pérdidas sufridas en las últimas jornadas por las compañías españolas en Bolsa -la mayoría de empresas del Ibex han perdido en menos de tres semanas entre un 30% y un 56% de su valor- han llevado a reclamar en los últimos días al supervisor que prohibiese las operaciones en corto en un contexto propicio para la especulación. Y es que advierten de que mientras un pequeño ahorrador con un fondo de inversión ligado al Ibex ha perdido en esos 18 días el 40% de su dinero, puede haber grandes inversores haciendo su agosto en medio de esta crisis sanitaria. Lo de siempre, sin que ni dios ponga coto o remedio al diablo avaricioso de la especulación. Por otra parte, el frío cálculo economicista, regido por la lógica de un desalmado logaritmo neperiano, explica que se trastruequen siempre las ilusionadas cuentas que uno pueda hacerse para cuando llegue el arrabal de senectud. Te falta dinero, o te falta tiempo, o te faltan ambas cosas. Claro que nosotros, tú, Cipión, y yo, Berganza, estamos de enhorabuena, porque nuestra condición perruna nos sitúa al margen de algunas de las restricciones establecidas por el decretado estado de alarma en España. Ventajas de ser perros que no tienen nuestros pobres amos, los humanos.

 

Resulta cuanto menos casual, y ya sabes, querido Berganza, el escepticismo que hay que tener con las casualidades, que nos estén advirtiendo desde hace unos años de una nueva recesión mundial, espoleada por una lucha comercial a muerte entre las dos grandes potencias del momento: China y EE.UU., y que ahora nos encontremos con esto. Parece que subyaciera en aquellos seres siniestros que permanecen en la sombra (Soros, el grupo Bilderberg, los Illuminati…) la malévola tentación de inclinar a un lado u otro el platillo de la balanza del poder. Sin duda, Cipión amigo. Esta nunca ha dejado de ser sino una película de malos (que existen), y de buenos (a los que, de vez en cuando, nos perdonan la vida y nos dejan existir durante un ratito).

 

John Stuart Mill, en su ensayo “Sobre la libertad de pensamiento y de discusión” dice: “Es bien cierto que la idea de que la verdad siempre triunfa sobre la mentira es una de esas mentiras agradables de escuchar, que los hombres se repiten una y otra vez hasta convertirla en lugar común, por mucho que la experiencia la contradiga”. La población más afectada por este nuevo virus es la que, curiosamente, más recursos sanitarios consume: personas mayores, jubiladas y con caros tratamientos médicos a causa de sus dolencias crónicas; y es también la que tira con más fuerza del presupuesto nacional para sus pensiones, ahora que están en la mesa del gobierno las medidas para el sostenimiento económico del sistema. Y aunque los efectos sobre los más jóvenes son los propios de una gripe común, en el grupo de riesgo las repercusiones pueden ser, y lo están siendo, atroces e irreversibles, dejando los pulmones de los afectados en un estado incompatible con la vida.

 

La mayoría de países ha optado por el confinamiento de la población para tratar de detener la pandemia. Como decía aquel, igual la reclusión en casa va a acabar haciéndonos más cultos. Ante tanta bazofia televisiva, lo mismo nos da por leer libros…Unos meses enclaustrados en casa, sin el adictivo fútbol, sin el bar, ni el pub donde tomarse un lingotazo, pueden ser un cóctel inimaginable para desatar de forma exponencial los suicidios, los ataques machistas y los parricidios, cuando no las separaciones conyugales (Aunque muchos llegarán a la conclusión de que mejor será dejar esta última opción para más adelante: total, si decides pirarte de casa, ¿dónde coño te vas a refugiar, con todo chapado?

 

Nuestros fantásticos dirigentes españoles no han sido muy cuidadosos en este asunto, aun cuando teníamos a Italia como referencia, permitiendo manifestaciones masivas el 8M, y asistiendo ellos mismos en persona, sólo dos días antes de que las Comunidades Autónomas a las que el Estado echó en un principio el muerto encima, decretaran medidas de confinamiento de la población. El problema gordo está todavía por venir, y será cuando el bicho aterrice en África. Lo peor es que no hay vacuna ni se la espera, y lo más inminente que se nos viene encima es que la urgente atención a los infectados más graves del coronavirus está colapsando los hospitales y obligará a plantearse dilemas hasta ahora impensables como elegir entre la atención a una persona joven infectada por el bicho o a una persona anciana aquejada de su propia grave patología, Resulta cuanto menos irónico y cruel que los que padecieron la crisis del 2008, negada en sus inicios hasta la saciedad por el gobierno de entonces, salieran en gran medida a flote con la ayuda y los dineros de la pensión de los abuelos, porque España todavía conserva el tesoro de la unión familiar y que sean precisamente ellos los que ahora pierdan mayoritariamente la vida por este virus. Un abrazo, Berganza, de tu amigo Cipión, el escéptico.

 

Creo que este tema deberá nutrir aún bastantes de nuestras conversaciones en semanas venideras. Sólo deseo que el esfuerzo de todos se vea coronado (¡ay!) por el éxito y que pronto nuestros amos puedan volver a disfrutar sin cortapisas del aire libre y del refulgente y cálido sol de nuestra hermosa tierra de promisión.

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