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Martes, 16 de Abril del 2024
Friday, 18 November 2016

El Viaje (Final) a Ninguna Parte. “TRUMP(AZO)” (Y los que vendrán…)

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Bartolomé Marcos Bartolomé Marcos

CLR/Bartolomé Marcos.

Fue un sabio de la resistencia pasiva, Mahatma Gandhi, quien dijo aquello de que “si hay un idiota en el poder es porque quienes lo eligieron están bien representados” y parece que hay consenso sobre que el cociente intelectual de Donald (sí, como el pato) Trump (el nuevo presidente de los USA, por definición el hombre más poderoso del mundo…y ya lo era antes de ser elegido, porque el dinero le permitía hacer lo que le diera la gana) no es precisamente muy brillante...el cociente intelectual, ya saben, ese que pretende medir la inteligencia de cada uno…y seguramente aquí no hace falta mucho metro.

No cabe lamentarse: seguramente es malo para el mundo, pero el mundo está desnortado y a Donald (como el pato) Trump lo han elegido los ciudadanos. Claro que esa es una de las muchas contradicciones de la sociedad en la que vivimos: no se nos permite suicidarnos, ni siquiera se nos permite viajar sin el cinturón de seguridad colocado, pero se nos permite votar a un forrado fantoche tonto y loco para dirigir el mundo - más aún y ya es deriva- hacia ninguna parte. Ni es la primera vez que ocurre ni será tampoco la última.

 

No es la primera vez, ni en el mundo ni en los Estados Unidos de América (el único sitio en el que los estados parecen más o menos unidos todavía), cosmos en el que personajes de esta catadura mental y moral pueden alcanzar inimaginables cotas de notoriedad y poder. Allá por finales del siglo XVIII y principios del XIX ya hubo otro presidente norteamericano (aunque hijo de inmigrantes irlandeses para más paradoja), Andrew Jackson, altanero y soberbio, que ha pasado a la historia como el hombre que odiaba a los indios, que acabó con la gran nación indígena norteamericana arrinconando a los indios en reservas.

 

Donald (como el pato) Trump es considerado por la izquierda como una especie de amenaza hollywoodiense para el statu quo y la paz mundial. Para la derecha europea es un populista, esa moda que en España se ha vestido de progresía izquierdosa, una amenaza toxica contra el sistema, sea del signo del que sea, porque los extremos se tocan y en discurso y objetivos el republicanismo trumpiano, el republicanismo podemita, y el lepenismo francés, acaban siendo por lo menos primos hermanos, aunque el norteamericano permite protestar sin cuestionar el sistema entero. Cada vez que Trump telepredica escarba más hondo en la identidad y en los valores americanos, protesta reafirmando lo inmutable. Nada demasiado nuevo. Tampoco hace falta remontarse a Andrew Jackson. La “revolución trumpiana” estaba ya también en presidentes como Richard Nixon, Ronald Reagan, o George Bush, padre e hijo. O sea que nada demasiado nuevo.

 

Los analfabetos políticos que votaron a Donald (sí, como el pato) Trump han caído en lo que la historia juzgará como un acto de criminal irresponsabilidad hacia su propio país y hacia el mundo entero. Que una nación de tanta vitalidad, con una democracia tan antigua, haya cometido semejante disparate pone en cuestión como nunca la noción sagrada en Occidente de que la democracia representativa es el modelo de gobierno mejor para la humanidad. Frente al axioma de que el pueblo nunca se equivoca hay que matizar que casi nunca y añadir que el pueblo norteamericano se ha vuelto a equivocar. Ha puesto a un loco a cargo del manicomio: lo cual podría dar mucha risa si no fuera porque el manicomio en cuestión es la potencia nuclear número uno del mundo. Fíjense en la pregunta retórica que planteaba Donald (como el pato) Trump el día previo a las votaciones presidenciales en Estados Unidos: ¿quién queréis que gobierne América, la clase política corrupta o la gente?, en una apelación-identificación de sí mismo con “la gente” muy parecida a la que hacen los partidos populistas en España o el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia. O el atrevido descaro de decir que aceptaría como limpio el resultado electoral sólo sí él era el vencedor.

 

Con Donald (como el pato, sí, como el pato) Trump es muy probable que los Estados Unidos giren hacia el nacionalismo económico, desmantelando todo el tejido de acuerdos que garantizan la paz y la seguridad internacional. El Brexit ha sido sin duda un golpe muy duro, cuyas consecuencias aún están por venir, pero el trumpazo puede serlo mucho más. Moscú, Pekín y otras capitales están al acecho y el mundo debe estar también ojo avizor y vigilante. "El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en este claroscuro surgen los monstruos". La frase es de la época de ascenso de los fascismos.

 

Los Estados Unidos han encumbrado a su Donald (como el pato) Trump y con su proclamación como presidente se habrá consumado el trumpazo, que tendrá importantes consecuencias para Norteamérica y las tendrá también para Europa, obligada a decidir su camino por sí sola lejos del paraguas de la OTAN (en la cuerda floja) y huérfana de la ayuda del amigo americano. Viva América, viva España y que Dios nos pille confesaos. La verdad es que el mundo se está poniendo jodidísimo.

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