A tal punto llega el hartazgo, que comparto plenamente la opinión expresada estos días por el periodista Máximo Pradera al afirmar que… “de la misma manera que cuando hay un incendio quiero ver a los bomberos lanzar chorros de manguera como géisers, cuando hay conflictos de estos con vándalos tirando piedras y lanzando palos a la policía, quiero ver a los policías dando hostias como panes, como Chuck Norris". Es lo que ha faltado en la gran fantasmada a la que nos están obligando a asistir.
Sé que eso -las dos hostias bien dadas a mano abierta, lo que suele llamarse un par de buenos mandobles (sin espada, eso sí)- no arreglaría el problema que nos ha creado en la puta Cataluña una pequeña tribu de indeseables facinerosos que, con planteamientos interesados, egoístas y sectarios, han alimentado pacientemente y han acabado provocando esta situación lamentable, en la que quienes primero pierden, y en mayor grado, son la mayoría de los propios catalanes, que soportan estoicamente el destrozo y que asisten asombrados, apesadumbrados, literalmente acojonados, a este aquelarre de irracional y desatada virulencia, a esta payesil (de payeses) y payasesca (de payasos) farsa. Nunca habría llegado a imaginar que la otrora civilizadísima, culta, amable, desarrollada y pacífica Cataluña (tierra del seny) y sus antaño laboriosos indígenas, iban a ser capaces de protagonizar una explosión tan espantosamente bestial, anticuada y cutre como la que están ofreciendo en estos días de octubre de 2019 al mundo entero, para vergüenza suya y nuestra y para supuestamente defender, contra la ley, a un grupo de bien pagados forajidos políticos, insensatos cuyos nombres probablemente ni recordarían (de ser preguntados al respecto) la mayor parte de adolescentes pijos, de niñatos malcriados en la opulencia, que están funcionando en la práctica (ante el desistimiento generalizado de sus padres y a golpe de ridículo selfie), como verdadera punta de lanza y fuerza de choque de la algarada permanente que (desocupados como están, pero bien comidos y bebidos, jaleados y agasajados) mantienen caliente y viva en las calles de las principales ciudades españolas de Cataluña, como viviendo una aventura apasionante e inédita en sus vidas, aventura que regarán cumplida y generosamente después en cualquier bareto, charloteándola en medio de estridentes risotadas ¿Te acuerdas, tío, te acuerdas, tía? Teníamos a los policías acojonaos perdidos…estaban cagaos de miedo, tío, sí, ¡qué flipe!. Los veo en mi imaginación porque -en contexto diferente- los he visto muchas veces y soportado incluso algunas. Se han vertido ya ríos de tinta de sesudos articulistas, e incluso reputados psicólogos y sociólogos, que analizan la indecente explosión de odio y energumenismo- de auténtica vergüenza ajena- que se está produciendo estos días por aquellas tierras nuestras del noreste hispano, que a pesar de todo seguirá siendo hispano (y carpetovetónico, ¿verdad, Carandell, don Luis?) durante muchas generaciones todavía.
Subrayo un aspecto muy significativo de la triste situación…el protagonismo de la gente muy joven como avanzadilla irresponsable, y de evidentísimo encefalograma plano, en prácticamente todas las movilizaciones, sobre todo en las más violentas, realizadas casi todas ellas a la luz y el calor de las hogueras, que han mostrado al universo mundo la ruina y la desolación de una ciudad antaño hermosa. Ahora, las hordas estudiantiles empiezan a reclamar que se suspendan las clases -¡cómo no!- hasta que se materialice la secesión, y dedicar sus vacaciones permanentes a practicar la permanente revolución desde la impunidad que seguramente les seguirá reportando su condición de inocentes e impúberes retoños de una sociedad desquiciada (seguramente por la bota opresora del Estado central que sigue pagando, como un vergonzoso y estéril chantaje, sus astronómicos sueldos, privilegios y evidentemente prescindibles juguetitos varios-Diplocat, embajadas, Parlament…), una sociedad que, con la independencia, no iría a Ninguna Parte ¡Ah!, y a los estudiantes que no estudian y que quieren la juerga permanente, que les den un punto más por asistir a la “mani” y a la heroica batalla del apedreamiento final de funcionarios uniformados, mientras se hacen selfis para inmortalizar sus hazañas, rompen lunas y se llevan televisores, vídeoconsolas y tablets sin pagar.
Como guinda, y para terminar por hoy este edificante panorama desde mi celda, recordarles algo que habrán leído en prensa, y es que el político populista italiano del Movimiento 5 Estrellas, el humorista Giuseppe Grillo, propone suprimir el derecho a voto de los mayores de 65 años, o sea, mi derecho a voto, al tiempo que pide que se amplíe ese derecho a los mayores de 16, y el esculeador, fatuo, vacío y funcional presidente español Perico Sánchez Castejón, se va a gastar algo más de 63.000 euros en exhumar-inhumar la momia de un zombi felizmente olvidado. En esa dirección sin mucho sentido parece que camina el mundo. Bueno…en lo que a mí concierne, el derecho a voto que me lo quiten, que, de tan repetido, ya empieza a ser aburrido. Yo me pediría, si acaso, el derecho a veto. Y que no me quiten mi pensión. Eso, sobre todo.
Puta Cataluña, que nos robas la tranquilidad de cada mañana, ¿hasta cuándo?
