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Viernes, 19 de Abril del 2024
Saturday, 29 June 2019

El Viaje (Final) a Ninguna Parte. Hombres y mujeres 2019

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Bartolomé Marcos Bartolomé Marcos

CLR/Bartolomé Marcos.

En medio del general y ruidoso vocinglerío, en campañas orquestadas por los medios de comunicación, con la ayuda impagable de la infernal y zafia algarabía de las redes sociales, y en el marco de la ominosa dictadura sin fisuras de lo políticamente correcto, que acogota la discrepancia, la sensibilidad y el pensamiento libre y crítico, en beneficio del fácil y descomprometido “me gusta”, componiendo un discurso lleno de nuevos tópicos que se admiten sin rechistar, las mujeres llevan décadas organizándose y –aunque siguen soportando injustísima discriminación y penosos ultrajes- tienen ya quien las defienda, aunque para mí que, en general, siempre han sabido defenderse muy bien ellas solitas.

Los gays, a veces instalados en poderosísimos, temibles e implacables lobbys, se han venido organizando en los últimos tiempos y tienen ya quienes los defiendan, aunque el camino sigue siendo duro. Las lesbianas, lo mismo. Lo que no parece estar muy claro es –en este contexto complejo y bizarro en el que se ha convertido el zoológico humano- quién defiende a los hombres en medio de tanta tribu. Y creo que va siendo hora de reiterar las virtudes del hombre, tan denostado por culpa de las animaladas de algunos hombres que no lo son. Aquellas expresiones desgraciadamente ya en desuso de “sé un hombre”, “un hombre hecho y derecho”, “un hombre de provecho”, o “nada menos que todo un hombre”, siguen teniendo vigencia y correlato en la realidad actual, es decir, hay personas –la inmensa mayoría de los varones-en las que puede apreciarse la hombría, o el comportamiento propio de un hombre auténtico y verdadero, y hay hombres de gran valía y provecho para los demás, expresiones por tanto que no deberían caer en desuso ni ponerse en entredicho o bajo sospecha, o aceptarse sólo como expresiones rancias o anticuadas, porque ser muy hombre no es sinónimo de ser muy macho, y desde luego no tiene nada que ver con ser un machista.

 

Y es que, si para luchar contra los tópicos imperantes en la actualidad hay que volver a los viejos tópicos, y eso es ser conservador, o supone ganarme que me lo digan, no me importa hacerlo. No creo que haya que mantener aureolas de modernidad que se han revelado ya como inoperantes y trasnochadas, caducas y obsoletas antes de nacer y aplicarse. Tampoco se trata de afirmar al hombre frente a la mujer, ni valorarlo por encima de ella. Partiendo de la esencial y radical identidad entre hombres y mujeres en tanto que seres humanos, sí se trata de subrayar la enriquecedora e incluso divertida (pero no pervertida) diferencia entre unos y otras, y de potenciar las cualidades con las que la biología primero y la evolución biológico-cultural después nos han adornado a los unos y a las otras (aunque pueda parecer raro, los genes cambian porque cambia el pensamiento y se pliega y amolda el plástico cerebral).

 

Yo, qué quieren que les diga…estoy muy orgulloso de ser hombre y lo habría estado seguramente también de ser mujer. Me gusta ser hombre y por eso mismo me gusta la mujer; y comprendo y respeto el problema gordo de los que no saben muy bien lo que son o lo que quisieran ser. Pues bien, dando por sabido y dejando al margen que algunos y algunas empezarán a hacer observaciones que expliquen mi punto de vista desde la lógica sabihonda de sesudas e infumables referencias a educación y cultura represivas, les diré que los hombres seguimos siendo más sensibles que ellas, y lloramos más en soledad, desconsoladamente en muchas ocasiones. La mujer es práctica y utilitaria y el hombre soñador, idealista e imaginativo. El hombre es más Don Quijote, la mujer más Sancho Panza. El hombre es más capaz de proyectos ambiciosos con perspectivas de futuro, la mujer más capaz de poner los medios que los hagan realidad (quizá eso explique aquello de que “detrás-mejor sería decir al lado- de todo gran hombre hay siempre una gran mujer). Salvo en fortaleza física, el hombre es más débil, la mujer más fuerte, y lo es anímicamente, y lo es en capacidad de sufrimiento. La mujer es más paciente, más prudente, el hombre más temperamental e impulsivo. El hombre es más individualista, la mujer más colectivista. El hombre es más vergonzoso y tímido, la mujer más expansiva y abierta, más atrevida. El hombre es más generoso, la mujer más egoísta. El hombre es cielo, tierra la mujer. El hombre es recta, curva la mujer. Los hombres son traviesos, las mujeres se atraviesan. El hombre es más inteligente, más lista la mujer. Las mujeres son la vida y por eso viven más. Las mujeres son sustancia de la tierra y viven más apegadas a ella. Los hombres son sólo instrumentos volátiles, inconsistentes y efímeros de la naturaleza, desventurados ángeles caídos, dioses sin suerte, fuerte ni poder. Los hombres son menos. Las mujeres más. Y, desde luego, el hombre es más feo, más guapa la mujer.

 

Podría seguir diciendo, pero ya basta. Así… por los siglos de los siglos…

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