Un animoso Astérix el filo vasco Vergara, allí junto a dos jubilados de oro (sólo por la tarjeta sanitaria, que se la han dado de ese color, no se vayan a creer otra cosa) sin muchos maravedíes tampoco, el jubilata algo desvencijado y destartalado que firma el artículo, y su-mi amigo-hermano del alma, corazón y vida, Pedro Luis Almela, al que vengo sacando mucho en estas letricas, ¿verdad?
De contubernio, en realidad (en cuanto que contubernio es, según el atribulado, atrabiliario y algo desacreditado diccionario de la RAE, acuerdo o alianza para fines censurables) tenía poco la reunión, a priori, y menos aún lo tuvo a posteriori, porque la pretensión básica de los allí reunidos era disfrutar del placer de la conversación entre tres personas que se pirran (más aún con una birra en la mano) por las palabras bien puestas y compuestas, bien ordenadas y mejor dispuestas, más allá del exabrupto, el monosílabo, el tópico, el grito, o el grillerío, tan frecuentes actualmente por doquier, incluso en parlamentaria sede, paladeando unas cervezas bien frías –llevadas a copo de nieve o al menos en nevadita copa -y bien tiradas, como sabe hacerlo el Ortega del Triunfo, mejorando a los ausentes no nombrados, que en Cieza deben ser cuadrilla consistente y numerosa. Contubernio sí que es- pensé y lo dije- lo del doctor Sánchez con la parienta – Lady Begoña Macbeth (licenciada en naderías)- que viven sus días de vino y rosas en la Moncloa con porvenir asegurado y bien apalancado en los presupuestos generales del Estado, tras los desaires electorales sufridos, que probablemente endurecieron el alma de ambos y agriaron su carácter, decidiendo en consecuencia depositar su estrategia, en parte vengativa (que es cosa muy fea), en manos primero de una publicista y después en las de un consultor de técnicas electorales, un spin doctor, un experto en la creación de efectos. Así, su muy celebrado «Gobierno bonito» (sic) es el producto final de ese concepto que define la política como un artefacto de diseño. Y eso les ha salido, un artefacto, otro más, hecho de conglomerado y pudinga, con afeites. El pueblo español (¿eso qué es, majete?), no importa. Los partidos políticos, tampoco. El suyo, menos. La segunda acepción del diccionario de la RAE para contubernio –cohabitación ilegal de dos personas- también encajaba para la situación de la pareja Sánchez-Begoña- en cuanto que okupan una habitación (la Moncloa) que no les corresponde.
Pues allí que estábamos los tres con nuestra tabla de pulpico a la gallega, nuestra rica ensaladilla soviética y nuestras birricas frescas cuando se desató la de Dios es Cristo en forma de estrepitosa tormenta de verano. Sin embargo, como bien refleja la foto, allá que seguimos a pie firme (más o menos). Ná, cuatro gotazas gordas mal contás y un surtido escaso y no muy variado de pedos celestiales, culebrinas fantasmagóricas y hosca ventolera, que determinaron que nuestra triunfal Rosa, la cantinera consorte, dispusiera a nuestro alrededor y por encima de nuestras cabezas, protectora sombrilla (más bien providencial paraguas) que por un rato nos dio apariencia y estampa de náufragos agarrados al mástil del improvisado paraguas como única tabla de salvación, habitantes de un islote polinésico ajeno al mundo, distante, lejano y perdido (más quisiéramos nosotros…). Allí que decidimos seguir, hasta la una y media de la madrugada, hablando sin parar de casi todo…de la gran noticia de la normalización de las emisiones de Radio Nacional de España en Cieza, después de una lucha que ha durado más de cuatro años, de la mejor noticia aún –si se confirma- que le espera a Cieza en Septiembre en materia de comunicaciones ferroviarias, de las previsiones electorales próximas, de Cieza, de Murcia, del Somos (¿de verdad?) de Alberto Garre, del P.P. regional, del P.P. local y sus desgracias, del nuevo secretario general del P.P. nacional, pero no nacionalista, Teodorico el Grande, al que le debo, sin debérselo, un artículo que llegará porque quiero (no se lo he escrito aún porque no me coge el teléfono el muy pendejo); también hablamos de la polémica sobre la épica grandeza de lo minúsculo que representa la gran fiesta del escupitajo, el otrora ensalzado y ahora denostado campeonato del Mundo de Lanzamiento de Huesos de Oliva, el viernes santo de verano, con todas sus servidumbres etílicas (como las tiene también, y del mismo tipo, el primaveral y santísimo Viernes Santo semanasantero). Más limpio que la tomatina, menos cruel que el toro de la Vega, más liviano y menos riesgoso (por aquí somos ganduletes listos y avispaíllos) que el lanzamiento de azadón de un pueblo de aquí al lado mismo, y una de las propuestas-ocurrencias-memez que más ha contribuido en los últimos tiempos a poner a Cieza en los mapas del turismo y la diversión patria. Polémica por otra parte que –indigna de su condición y su persona- ha salpicado a mi querida y admirada antigua alumna, Miriam Guardiola Salmerón, a la sazón Consejera de Cultura y Turismo de la Comunidad Autónoma, actualmente, a la que espero que no afecte ni merme un ápice en su reciente, interesante y prometedora proyección política.
A la una y media de la madrugada, como antes les decía, se levantó la sesión del Contubernio, aunque aún no sé si hubo fumata blanca. Los que sí fumaban como cosacos a esa hora eran Pedro Luis (el Almela) y José Luis (el Vergara) Dichosos ellos, que aún pueden, o quieren. Y los dejan… Por cierto que, aunque hubo fumata, a estas alturas aún no sé si fue blanca y habemus papam. O non…