Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.
Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.
Lo siento…pero así me siento. Y como yo, y como Quevedo, sé que hay muchos en esta dolorida y apesadumbrada España nuestra actual que, a duras penas, aún resiste…quién diría que hace apenas una década fuimos campeones del mundo de fútbol y bicampeones de Europa.
Miren: tras el derrocamiento de Isabel II, la nación se descompuso, y los ¡Viva Cartagena! se multiplicaron por doquier. Aunque pueda parecer increíble, en 1873, hace sólo 147 años, el vecino pueblo de Jumilla se proclamó independiente como nación soberana e hizo pública una declaración afirmando que “deseaba la paz con todas las naciones extranjeras, y, sobre todo, con la nación murciana” (sic), pero que si ésta, o sea, la nación murciana, se atreviera a desconocer su autonomía y a traspasar sus fronteras, Jumilla se defendería como los héroes del 2 de Mayo y no dejaría en Murcia piedra sobre piedra”.
Como va a dejar a España nuestro fatuo y simpar follapavas, a la sazón presidente del bien nutrido y mejor pagado gallinero, del que han descabalgado, por desobediente, dice el Supremo, a una gallina clueca catalana, la gallina chistorra, que, sin embargo, si nadie lo remedia, y -pierdan toda esperanza- nadie lo remediará, seguirá cobrando del erario público, de por vida, y tiene sólo 57 años, más de 90.000 euros anuales, con coche oficial, oficina propia y dos funcionarios bien pagados también a su disposición ¿Y qué ha hecho para merecer ese premio? En roman paladino, delinquir y joder la marrana…Si la inmensa mayoría estamos de acuerdo en que es injusto y debería ser, también, injustificable, ¿por qué no han eliminado aún esa pagamenta-ignominia provocadora e insultante? Y el otro, el presidente del gallinero gubernamental, que a la Historia de España no sé si pasará, y en qué términos lo hará, pero que en la Historia de la Marina mundial, indudablemente, sí que tiene un sitio seguro, siquiera sea porque nunca ha habido un destructor tan potente. También ocupará lugar destacado en la Historia Universal de la Infamia.
En realidad nuestro actual presidente del gobierno viene a ser lo que en castellano se ha llamado siempre un follapavas, un espécimen bastante común, cuya labia y encanto sólo funciona con quien tiene escaso o nulo criterio y menos cerebro. Navegando al albur he encontrado una descripción del “follapavas” que se acomoda perfectamente a nuestro personaje y que yo no podría mejorar, así que me permito transcribirla: el follapavas suele sonreír beatíficamente con algún chiste que no nos ha contado; tiene un discurso altisonante, reiterativo, y explaya un muestrario de buenas intenciones sin concreción posible, y, en su mente, confunde la realidad con sus deseos. El follapavas mantiene la confianza en si mismo y la exagerada percepción de sus logros (…) El follapavas tiene el talento de un zahorí para descubrir veneros ocultos en el río de la historia que confirman su papel de guía y timonel, aunque sea arrastrado por la corriente, frenéticamente agarrado a un tronco, y a punto de ahogarse. La pava que se deja enredar —puede ser la mayoría de votantes— lo mira con arrobo de quinceañera, se conmueve con esos ojos de evangélica simplicidad, su voz engolada, que alterna con trémolos de profeta, y esa fe mesiánica en su papel salvífico y su megalomanía. La pava se hace ideas y llega a conclusiones de canibal en menos que se santigua un cura loco. Y vota en masa. Cualquiera puede darse cuenta de que el follapavas es tonto por esencia, presencia y potencia; tonto con enjundia, tonto de estopencia y santos óleos, tonto con balcón a la calle, tonto con caramullo, tonto con puntero, tarima y pizarrín; tonto con Decreto Ley y Boletín Oficial del Estado; tonto lleno de ocurrencias; tonto ruidoso, con bombo, tambor y trompeta; tonto obsecuente y bienintencionado… pero, además, cualquiera puede comprobar el axioma de Boileau: “Un tonto, siempre encontrará a otro más tonto que él, que lo admire.” Y le vote.
Dios quiso que siempre haya un roto para un descosido. Quiera Dios que la pava se nos haga anacoreta y casta, y nos desate el tonto que nos ha atado a un brazo, porque nos augura un futuro más negro que el sobaco de un moro.
España duerme. Duermen los españoles, que se han hecho a seguir durmiendo en medio del alboroto. Están de siesta eterna. La felicidad se llama hoy, para el ciudadano, sueño. Sin límite. O sin más límite que la muerte, que son, sueño y muerte, uno y lo mismo.
Mi querido contertulio perruno Cipión resulta que me lee, y se lee, y leyó mi artículo de la semana pasada sobre la denominada “Memoria democrática” que el gobierno quiere impulsar. Esto es lo que él opina: “estos enfermos mentales, estas larvas subdesarrolladas que no han pasado a la fase de la adultez, estos resentidos espantajos que ponen por delante de las personas su insulsa y vomitiva verborrea ideológica, basan su ideario en la supuesta igualdad de clases, y, por supuesto, en la igualdad de pensamiento. Ese descerebrado pensamiento único, emanado de su Memoria Democrática, conducido en la dirección que sus calenturientas mentes quieren que sigamos como borregos, es más restrictivo e infinitamente más pernicioso que la propia religión (a fin de cuentas, la Biblia puede interpretarse de múltiples maneras y prueba de ello es la multitud de confesiones existentes). Ya advertía Churchill sobre esa enfermedad mental derivada de la inmadurez personal. Espero, aunque sin mucho convencimiento, que el pueblo español sepa reaccionar a tiempo y estos desalmados no nos conduzcan a la ruina, cuando no a una moderna checa, que sería todavía peor”.
