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Viernes, 19 de Abril del 2024
Saturday, 11 February 2017

El Viaje (Final) a Ninguna Parte. 40 años (Dedicado a mi esposa Merche en el Día de los Enamorados de 2017)

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Bartolomé Marcos Bartolomé Marcos

CLR/Bartolomé Marcos.

¡Hala¡ Voy a seguirles contando mi vida y la de los míos…

El 11 de Diciembre de 2016, hace muy poco tiempo, Merche Izquierdo Vázquez y yo, Bartolomé Marcos Carrillo, hemos cumplido 40 años de matrimonio, es decir, celebramos nuestras bodas de rubí, aunque no le dimos al acontecimiento ninguna especial trascendencia o relevancia, y eso que habría sido para dársela, porque coincidirán conmigo en que en estos tiempos de recetas rápidas para todo, y “caprichoserío”, engolosinamiento y hedonismo a ultranza campante y rampante, cuando la industria y el negocio del usar y tirar llegan incluso al ámbito de los sentimientos, de las emociones, de la física, de la química y de la metafísica del corazón, no es cosa tan frecuente encontrarse con matrimonios que sobrepasen la barrera de los cinco, de los siete, de los diez años…cuarenta son muchos, muchos años, y es un listón aún más alto, mucho más alto, pero hemos sabido –orgullosos pero sin jactancia- sobrepasarlo. La cosa tiene su mérito…y sus claves.

 

Los años, los hijos, la larga trayectoria en común, en la que pueden imaginarse que no todo ha sido un camino de rosas, han forjado una sólida y consuetudinaria argamasa diríase que indestructible. Lo será en lo que a mí concierne, porque hace tiempo -40 años- que tomé una decisión de vida y –por encima de todo- porque es que yo a Merche, mi mujer, la quiero por encima de todas las personas y de todas las cosas, del paso del tiempo y de sus –tantas veces- devastadoras circunstancias y peores consecuencias. ¡Y no la conocía de nada antes!, que esa es la gran maravilla, el gran misterio del amor…de mujer, de esposa, de madre. Además, yo soy un hombre de palabra, y un día, el 11 de Diciembre de 1976, delante de un cura amigo, don Antonio Salas Gálvez, y de muchos amigos más, dije aquello de sí, quiero, en respuesta a un ritual que incluía el solemne, agorero, retumbante y rimbombante “hasta que la muerte os separe”. Que a punto ha estado, pero –¡use!¡use!...y fuese la parca para otra parte. ¡Adiós! Vete y no vuelvas en los próximos 50 años.

 

Le prometí matrimonio a Merche allá por finales de 1975, cuando aún vivía el general, Jefe del Estado y dictador español Francisco Franco. Menciono el dato por situarles y porque él también cumplió 40 años al frente del Estado español, hasta morirse. Mientras Merche y yo tomábamos una cerveza con muy poco aperitivo en el Bar Cocodrilo que sabiamente regentaba Paquito Fernández, me atreví incluso a comprometer –tan claro lo tenía- fecha de la boda para el año siguiente: mira, Merche –le dije- me voy a casar contigo antes del 13 de Diciembre de 1976. Nada…una ocurrencia, pero acabamos casándonos el 11. Casi fallo, pero cumplí la promesa. Por entonces yo terminaba los estudios de Filología Románica en la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia. No teníamos un duro y, por no tener, ni trabajo siquiera teníamos. Ni yo, ni ella. Después, la vida acabaría saliéndonos al encuentro (sic), sin aplastarnos, y hoy, aunque seguimos sin un duro, tenemos tres hijos, que han empezado a volar, dos yernos, y ¡oh maravilla de las maravillas!, dos nietos, todo ello precioso y valiosísimo regalo de nuestra historia en común, en la que –y eso es lo mejor- nos seguimos teniendo el uno al otro, aunque alguna que otra vez ella me dice que no me soporta y yo le digo que no la entiendo o que me aburre el canal de televisión que a ella le gusta. Ha durado 40 años…y sigue. Y mira que es difícil vivir conmigo. Y mira que ella tiene también sus cosicas. Pero en este tiempo he acendrado en mí el convencimiento de que casi todo en esta vida depende de la voluntad. En nuestro caso (creo poder hablar por los dos) esa voluntad ha estado y está férrea, libre y gustosamente comprometida con el mantenimiento de la promesa públicamente expresada aquel lejano día de Diciembre de 1976.

 

Estimado lector: si te gusta la ternera, come y –si quieres- sigue leyendo; pero, si eres alérgico a la ternura, STOP, no sigas porque me voy a poner muy tierno para hablarte de mi Merchecica querida, mi Merchecica bonica, y mis palabras podrán sonarte sensibleras, ridículas, cursis, más aún en vecindad del 14 de Febrero, Día de los Enamorados. Porque estoy convencido de que no hay amor más sincero que el que consigue durar y perdura toda una vida, afrontando los problemas y dificultades y sobreponiéndose a ellos…porque se basa en el conocimiento y la andadura vital cotidiana y porque si existió no muere.

 

Descansar dormido en el cálido y acogedor regazo de la amada, saber que es el ámbito feliz donde nada puede pasarte, abandonarte tranquilo y relajado junto a ella, porque de ella nada malo puede sobrevenirte. Te quiere. Vela por ti, y ya te lo ha demostrado a lo largo de 40 años nada menos…Y así, hasta que la muerte nos separe, e, incluso entonces, como dejara escrito Francisco de Quevedo en su inmortal soneto, seguros de que “serán ceniza, mas tendrán sentido/polvo serán, mas polvo enamorado/.

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