El antropólogo César Rina escribía en su última publicación: ‘’El fenómeno cofradiero en Andalucía comenzó su expansión durante la restauración borbónica, pero especialmente en los años 20, en un momento además en el que los flujos migratorios habían creado nuevos barrios que precisaban integrarse en la ciudad a través de sus ritos festivos. Se crearon nuevas hermandades con una estética regionalista y colorida, en medio de un ambiente festivo, (…) las imágenes se convirtieron en mecanismos de identificación e integración’’. Este crecimiento de la ciudad en forma de barrios también sucedió en Cieza. Nuestra localidad se estiró hasta casi el cementerio y con ella, y la gran labor de D. Antonio Salas, el Barrio de San Juan Bosco contó con su parroquia, pero era una parroquia desprovista de imágenes devocionales que atrajeran a la misma a los devotos católicos y procesionistas; pero, como no podía ser de otra forma en una ciudad eminentemente cofrade, algunas cofradías decidieron abandonar la Cochera de los Santos y exponer al culto a sus imágenes. Nazareno y San Pedro apostaron por este templo modernista ciezano. Todo iba bien, era su casa y el templo desde el que, en vísperas de Semana Santa, trasladar a sus imágenes hasta el punto de partida del sueño de cada primavera. Todo iba bien hasta que al cura se le cruzó la pinza y decidió entrar en conflicto constante con las cofradías. Nosotros éramos como un carnaval, según decía él. Y él, con el poder que le otorga su clériman, decidió tensar la cuerda para que las cofradías se alejaran de su templo, como si él fuera Unamuno con su Universidad de Salamanca. Se fueron, sí. San Pedro y Nazareno tuvieron que salir por patas, como decimos los ciezanos. Las ofensas, y faltas de respeto constantes, yo he vivido varias como representante de cofradía y fiel, obligaron a buscar nuevos horizontes donde poder enseñar a la gente el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo a través de la impagable labor de las cofradías ciezanas y del poder de persuasión que tienen sus titulares; pregúntenle a Dimas, Párroco de Santa Clara, cuanta gente va a pedirle, orarle y llorarle al Cristo de la Expiración, pregúntenle.
Nazareno y San Pedro buscaron nuevos horizontes y para siempre San Juan Bosco, si nadie lo remedia en el futuro, quedó huérfana de cofradías gracias a un cura que no quería a las cofradías y que nunca entendió, ni entenderá, que las cofradías somos Iglesia, somos pueblo y somos camino para que la gente se acerque a Cristo, ya lo dijo el famoso guitarrista de Silvio, Pájaro: ‘’ si no fuera por la Semana Santa iba a ser cristiano su puta madre’’. Más claro no se puede ser.
D. Antonio, a Cieza se viene con el discurso aprendido. Cieza es una ciudad que emana sangre nazarena – ¡ay cuanto echo de menos esos magníficos preludios de Enrique Centeno!- los 365 días del año. Todos los ciezanos llevamos en el corazón al Cristo del Consuelo y esos atardeceres de incienso, cera y flor. Muchos de los nuestros son enterrados con la túnica de su hermandad y muchos ciezanos, antes de ser bautizados, ya son hermanos de una u otra cofradía. Cieza siempre será cofrade. Venga usted o quien venga.
Tanta paz lleves como descanso dejes y, si alguna vez vuelves a Cieza, que espero que no, recuerda una cosa: A CIEZA, POR SU SEMANA SANTA.
Os espero en quince días. Mientras sigo observando la vida.
