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Sabado, 20 de Abril del 2024
Saturday, 04 September 2021

Cieza, hoy. El último Dormi

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José María Cámara José María Cámara

CLR/José María Cámara.

Hay ocasiones en las que me detengo, pienso, y luego me autorrespondo. Hay ocasiones en las que reflexiono acerca de toda la gente que se ha ido sin ver una procesión desde 2019. Luego me preguntan la necesidad que hay de intentar buscar soluciones para procesionar, y las soluciones, les digo, están en mirar a los ojos a los niños que nunca han visto una procesión y a los ancianos que han partido de este mundo sin rezarle por última vez a sus imágenes. El último, el último Dormi, con permiso de D. Antonio Galindo, Diego, ‘’Peperre’’.

No siempre tuve la suerte de oler a incienso desde Miércoles de Ceniza; no siempre tuve la suerte de empaparme de los preparativos de la Semana Santa de Cieza; no siempre tuve la inmensa suerte de tener unos amigos cofrades como hoy los tengo; no siempre tuve la suerte de ser uno más entre la familia nazarena ciezana; no siempre tuve la independencia de gestionar mis tarjas, mis túnicas y mis momentos, pero, sin embargo, siempre tuve la suerte, hasta que mi camino me llevó a ser uno más entre los soñadores de un nuevo amanecer de pasión, pero Pasión en Cieza, de tener dos ángeles de la guarda que, de una manera u otra, siempre se ponían de acuerdo para que yo, cada Domingo de Ramos, volviera a ponerme la túnica morada, la de los Dormis. Mi abuela y Peperre, Peperre y mi abuela formaban esa dupla que me permitía coger mi palma e ir con mis primas y tía a la Casa de los Dormis. Así cada glorioso amanecer de la Semana Santa de Cieza.

 

Mi abuela, como supongo que ya sabréis de sobra, vivía en la Plaza de los Carros. Apenas 96 metros la separaban de la Calle Reyes Católicos. Ahí vivía él, Peperre, un Dormi de los pies a la cabeza y que, año tras año, no dudaba en ayudar a mi abuela para que su nieto se pusiera la túnica morada de los Dormis. Pero es que, si Diego vivía a 96 metros, Pepe Trueno tenía la tienda a 56 metros. Yo no era consciente de quien leches era Pepe Trueno. Solo lo recuerdo, vagamente, charlando muy distendidamente con mi tío Antonio. No recuerdo mucho de su tienda, salvo cajas infinitas de hilos apiladas una encima de la otra y un suelo muy de los 90, a base de azulejos, creo recordar, negros y blancos, quizás tirando a grises. También recuerdo al Maestro Félix Santos y su banda de música; no me dejó entrar, porqué era muy crio, pero yo, al menos, lo intenté.

 

Félix, Peperre y Pepe fueron mis primeras aproximaciones a la Semana Santa de Cieza, con permiso de Vicente y su regalo anual del Anda, o la nieta de la Mocha, que también me lo regalaba de vez en cuando. Yo apenas levantaba medio palmo del suelo, pero ya tenía gente que me ayudaba, de manera indirecta, a entender que era eso de la Semana Santa de Cieza, sus sonrisas, sus lágrimas y sus sueños.

 

Peperre se durmió para la eternidad este pasado miércoles en el vaivén único que los anderos Dormis le imprimen a la Oración del Huerto y en el ‘’ordilento’’- palabra esta con denominación de origen Dormi- de la Burrica en la mañana, siempre celestial, del Domingo de Ramos. Peperre se durmió para mirar frente a frente al Señor de la Oración y ser uno más de los tantos ángeles que, cada Viernes Santo, iluminan el rostro de aquel que resquebraja los corazones y los sentimientos de los hermanos Dormis. Peperre ya forma parte de esa celestial Casa de los Santos donde solo unos pocos privilegiados tienen el fin de marcar el camino a los que soñamos 365 días con volver a ver la Dolorosa cruzar el dintel del Convento y, ahora mismo, más. Peperre es historia, pero, sin lugar a dudas, ha dejado una huella inimaginable en muchos de los que aquí seguimos hablando de Semana Santa, da igual el mes que sea. Siempre recordaré su semblante recto, serio, pero a la vez grácil y tan característico, su pelo plateado perfectamente peinado, raya a raya, y su andar pausado, casi como si de una procesión se tratara; así lo recordaré para siempre y para siempre le agradeceré su atención a mi abuela para que su nieto pudiera volver, año tras año, a llevar los pines de los Dormis. Si algo se mueve en mi interior cuando escucho el sonido de un tambor es, muy posiblemente, gracias a la amistad que unía a la Juana y a Peperre.

 

Se ha ido Diego y los Dormis suman otro motivo más para llenar de lágrimas la última noche de cada Semana Santa Ciezana ¡Qué privilegiados ellos por haber tenido entre sus filas a tantos hombres de bien que, con su trabajo y esfuerzo, han contribuido a la construcción, necesaria, de los cimientos de la Semana Santa del presente! ¡Quien fuera Dormi para lucir con orgullo la túnica que con tanto amor propio lucieron históricos como Peperre, Perico Gige, Pedro Molina o Pepe, El Practicante!

 

Gracias Peperre por todo lo bueno que me regalaste en mis años mozos.

 

¡Qué suene la OJE, que suene ‘’Diego y sus Muchachos’’!

 

Os espero en quince días. Mientras sigo observando la vida.

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