El reloj de la Basílica de la Asunción marcan las tres de la madrugada del Sábado de Gloria, la oscuridad vuelve a reinar en las calles ciezanas pues Cristo a muerto en la cruz. Reina un gran silencio en la Plaza Mayor cuando a lo lejos comienza a oírse el sonido de una pequeña campana, un tambor destemplado, y poco después la Coral comienza a cantar.

Entran decenas de nazarenos a la Plaza Mayor ataviados con una túnica de arpillera y un verdugo de tergal, ambos sujetas con cíngulos de cuerdas de esparto y portando en sus manos un antorcha. Las filas son lideradas por la cruz guía de la cofradía que al son del tambor se para frente a la puerta de la Basílica, donde elevándola, golpean con su parte inferior tres veces la puerta.

Las puertas se abren, y entre la luz de las llamas que proporcionan los pebeteros del trono dando al paso un tono terrorífico. Al paso del tambor, y con los cantos de la coral, la imagen de Jesús abriendo las puertas de los infiernos, realizada por José Hernández Navarro en 2001, abandonaba la Plaza Mayor por la estrechísima calle de la Hoz.

En la madrugada ciezana, y tras una semana santa intensa, los ciezanos no dejaban de arropar el paso de sus procesiones por las calles, siempre centenares de ciezanos veían el paso desfilando por todas y cada unas de las calles por las que pasaba por muy estrechas que fuesen, y sobre todo en su bajada por el muro, una imagen que no se repite en toda la Semana Santa ciezana, la procesión representa la bajada a los infiernos con la baja del muro y la posterior subida por la cuesta del río, incorporándose de nuevo al recorrido habitual de la procesiones de la noche aunque acortado por la calle Empedrá.