Pero sin embargo, y alejado de focos, prensa, primeras portadas y demás medios informativos el Dios de no pocos recibe como cada primer viernes de marzo la visita de aquellos que por penurias pasan y que no dudan en agarrarse a la FE, aquellos que la ancianidad les ha dejado en la soledad de su casa o la enfermedad les ha sesgado las esperanzas de un presente y futuro mejor, pero sin embargo ellos no se rebelan y buscan ponerse como centro de su universo, en ellos vive la llama de la FE y del cristianismo.

Como cada primer viernes de marzo ellos rubrican su contrato de amor, FE y devoción ante el Cautivo de miles de parroquias extendidas a lo largo y ancho de la geografía nacional, de norte a sur, haciendo parada, como no podía ser de otra manera en la Puerta del Valle de Ricote, Cieza.

Fue en Cieza donde los hermanos del Medinaceli volvieron a abrir las puertas del franciscano convento para entregar al pueblo a su divino tesoro, Nuestro Padre Jesús de Medinaceli, supone esta imagen el paradigma de devoción silenciosa y recogida, o lo que es lo mismo la interiorización de la FE. Como cada año bajó al nivel de los mortales para que todo el que quisiera le besara su descarnado pie derecho, desde las ocho de la mañana el Convento de San Francisco y San Pascual se convirtió en la desembocadura de la FE de tantas y tantas personas que con más o con menos fuerza no dudaron en echarse a la calle para dirigirse al altar mayor de tan antiguo convento, teniendo como único fin encontrarse con la morena estampa del Señor del Convento,- con permiso del Cristo del Perdón-.

Fue el Señor del Convento el que arremolinó entorno a sus plantas a personas de todas las edades desde el niño de cuatro años incrédulo ante lo que veía y que rechazaba besarle los pies por miedo a una reprimenda del reo hasta la mujer anciana, que su mano pasaba cuidadosamente por su cuerpo para que los pies del Medinaceli actuaran de médico sin límites y consuelo del dolor que tantos días la abruma mientras recuerda como cualquier tiempo pasado, fue mejor como diría Manríquez.

Otros más jóvenes se acercaban temerosos y con su mano le intentaban curar las llagas de amor, Fe y sentimiento que los ciezanos le hacen desintencionadamente, otros solo le rezaban desde la cuarta fila de bancos, doblando sus rodillas ante el nombre de Dios, pero ahí estaban, como tantos otros siendo uno entre las centenares de personas que pasaron el pasado viernes ante las plantas de Nuestro Padre Jesús de Medinacelí.

El único parón de la jornada tuvo lugar cuando la sagrada imagen, como cada viernes cuaresmal salió a cumplir el único objetivo de las imágenes y los cortejos pasionarios, SER CATEQUESIS EN LA CALLE. Aquella noche centenares de personas abarrotaron la Esquina del Convento para ver como salía el cortejo formado dentro del Convento por los hermanos de la hermandad, -este que les escribe debe reconocerles que por momentos pareció ser Viernes de Dolores cuando salió a la plaza-.

El cortejo transcurrió en todo momento entre la solemnidad y el respeto que la gente le procesa a esta imagen que desde que llegó a Géneros de Punto se ha quedado con un trocito del corazón de tantos y tantos ciezanos que durante el año lo visitan en su capilla y que en cuaresma hacen de él su consuelo y redención.

Alejado de focos, prensa, redactores y cámaras, y cuando un nuevo día se despedía para la eternidad Nuestro Padre Jesús Nazareno de Medinaceli volvía a su rincón de soledad, esperando la llegada de otro viernes de cuaresma, el penúltimo antes de que el reloj de la larga espera se detenga y anuncie la salida de su madre, la Santísima Virgen de los Dolores.

Se despidió otro año más recibiendo el último beso de aquel año, beso desde el cielo y la tierra...