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Jueves, 25 de Abril del 2024
Tuesday, 30 March 2021

Rafael Salmerón Pinar: "La Semana Santa es una empresa colectiva, en la que es necesario el concurso de todos"

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Rafael Salmerón Pinar Rafael Salmerón Pinar

CLR/José María Cámara/Tomás Moreno.

La Semana Santa del presente lleva la firma de este amante de la naturaleza y las lenguas clásicas. Su teléfono es algo así como el teléfono de urgencias, a él acuden todos en momentos de tribulaciones. Rafael es el faro en medio de la tormenta y el puerto al que llegar en la calma.

Nuestro entrevistado de hoy es una persona querida y respetada, pregonero de Feria en 2013 y Nazareno del año en 2014 perfecto conocedor del norte de España y amante de la buena gastronomía. Allá por donde va deja un reguero incalculable de amistades que ,todavía hoy, 12 años después, recuerdan a Rafael Salmerón Pinar como el presidente de la Junta de Hermandades Pasionarias de Cieza.

 

¿Se está bien en Ítaca?

 

Supongo que tan bien como en cualquier otro sitio donde uno acaba echando el ancla por propia voluntad. Aquí la mar siempre está en calma, en el cielo nunca hay nubes que amenacen tormenta y la brisa llena las estancias sólo de buenos recuerdos; además, Ítaca te brinda la posibilidad de contemplar el horizonte desde una perspectiva diferente, lo que no deja de ser también una experiencia enriquecedora. De cuando en cuando algún bajel arriba a este puerto y me trae nuevas… unas me alegran el corazón, otras lo turban un tanto; eso es inevitable, porque como dice el poema, ‘mi pensamiento todavía es elevado y la emoción sigue embargando mi espíritu y mi cuerpo’. Aquí está, por ahora, mi morada, que sigue, como siempre, abierta a todos, sin hojas en las jambas de sus puertas, y en ella procuro atender y corresponder, aunque sólo sea con mi gratitud, a cuantos a estas costas se acercan.

 

¿Echa de menos Rafael Salmerón Pinar, en la tarde del Martes Santo, poner un menta poleo para Don Antonio Muñoz y una palomita de Marie Brizard para Don Antonio Salas?

 

Siempre he confesado que ése era uno de los momentos que guardo con especial cariño entre mis vivencias y recuerdos. La sobremesa de Martes Santo no sólo ponía una pausa al quehacer frenético de toda la semana, sino que, para todos los que al cabo de los años se fueron sumando a ella, se convertía en una agradable tertulia en la que, sin reservas, hablábamos de todo lo habido y por haber, siempre con la Semana Santa como telón de fondo, y en la que no cabían otros protagonismos que el que concedíamos a los argumentos y a las palabras, particularmente a los de don Antonio Salas y don Antonio Muñoz. Falleció don Antonio Salas, más adelante se marchó don Antonio Muñoz… a pesar de ello, a mis hijos y a algunos amigos que se habían ido incorporando a ella en los últimos años les ilusionaba que la sobremesa se mantuviera y siguiera siendo, como siempre, un lugar de encuentro en el que hablar, pero sobre todo en el que escuchar, sin mayor pretensión que intercambiar pareceres a propósito de la Semana Santa, de modo que, cuando nuestras vidas recobren una normalidad que lo permita, no te quepa la menor duda de que la sobremesa de Martes Santo volverá a reunirnos en la patio de la callé Empedrá.

 

¿Después de dieciocho años al frente de la Semana Santa no termina uno hasta las narices de la misma?

 

La Semana Santa es consustancial a mi vida, y no, no he acabado harto; siempre descubro en ella un nuevo aliciente, aunque ese aliciente sea tan simple como el deseo de volver a vivirla una vez más. Y ahora la vivo y participo en ella como uno de tantos cofrades que se pone la túnica y comparte vara con sus hijos o que sale a ver la procesión junto a su mujer. Es una posición y una responsabilidad distinta, pero igual de ilusionante; en ese sentido mi compromiso con la Semana Santa no ha variado.

 

¿Es Rafael Salmerón Pinar una persona sobresaturada por la Semana Santa de Cieza?

 

No, porque para evitarlo he procurado, procesiones al margen, ser bastante selectivo a la hora de elegir lo que leo, lo que veo o a lo que asisto, de modo que me quedo con lo que, a mi juicio, destila calidad, aporta singularidad y ofrece un punto de vista novedoso: yo quiero que la Semana Santa me sorprenda y me conmueva en todos y cada uno de sus momentos como si se tratara de la primera vez, y que siendo la misma, parezca siempre distinta. En mi opinión, y debido en buena medida a la proliferación de actos y a las posibilidades casi ilimitadas que ofrecen las redes sociales, la Semana Santa vive hoy día una peligrosa sobreexposición, que se debiera contrarrestar huyendo de la autocomplacencia, y recurriendo a la excelencia y a la originalidad, particularmente en todo aquello que persigue dar a conocer nuestra Semana Santa más allá de nuestras fronteras.

 

Con la perspectiva de los años, ¿cómo valoras tus dieciocho años como presidente de la Junta de Hermandades Pasionarias?

 

Pecaría de falsa modestia si no reconociera que, en ese intervalo de tiempo, la Semana Santa experimentó un notable impulso; y hay, en efecto, muchas cosas de las que me siento orgulloso y satisfecho, pero siempre las recuerdo todas y cada una de ellas como el fruto del trabajo colectivo, no como un mérito personal. Y reitero lo que he dicho en cuantas ocasiones he tenido la oportunidad, que la Semana Santa de Cieza me ha devuelto con creces mucho más de lo que yo haya podido procurarle, lo que más allá de una frase más o menos grandilocuente es una convicción y, por tanto, una afirmación sincera.

 

Tu claro convencimiento de la necesidad de delegar y tener “un segundo grupo de cercanos colaboradores” ¿fueron ambos aspectos clave en tu mandato?

 

La Semana Santa es una empresa colectiva, en la que es necesario el concurso de todos. Yo tuve la suerte de tener extraordinarios compañeros de directiva y de contar también con otro grupo colaboradores de la misma categoría; la labor de unos y otros, cada uno desde su responsabilidad, y la confianza que creo haber depositado en todos ellos fueron decisivas para llevar a buen puerto todos los proyectos que se acometieron. Pertenecer o no a una junta directiva no debe entenderse en el ámbito de la Semana Santa como una frontera que establece quién está invitado a trabajar por ella y quién no.

 

¿Echas de menos estar al frente de la Junta de Hermandades Pasionarias? En caso afirmativo, ¿se ha planteado en alguna ocasión regresar a la presidencia de esta institución?

 

No, no me lo planteo; la continuidad de la Semana Santa y su progresión siempre han estado presididas por la renovación permanente, incluido el relevo generacional.

 

¿Está la Semana Santa involucionando como colectivo y fiesta?

 

La Semana Santa no, pero es innegable que las cofradías tienen hoy día mayor peso propio y no sé si eso va a llevar aparejado a corto o medio plazo un cambio en la estructura que sustenta a aquélla; sólo puedo decirte que a mí no me gustaría ni que perdiera un ápice de su identidad, ni que, de ser una Semana Santa hecha por todos, acabara convertida en la Semana Santa de cada uno. Por otra parte, como soy de los que creen que hay que hacer de la necesidad virtud, considero que la situación originada por la pandemia nos brinda una oportunidad para reflexionar serenamente sobre la Semana Santa que tenemos hoy día y empezar a trabajar en la que queremos para el mañana.

 

¿Por qué a la Semana Santa se acerca tanta gente con ganas de notoriedad? ¿No son un problema para el correcto desarrollo de la misma?

 

La Semana Santa siempre ha sido un escaparate en el que se reflejaba el éxito social del individuo, pero otros también han querido ver en ella una oportunidad para medrar socialmente. En el caso de los primeros, las cofradías, y por añadidura la Semana Santa, se han beneficiado la mayor parte de las veces con su presencia; en cuanto a los otros, más pronto que tarde el tiempo acaba dejando sus vergüenzas al descubierto: el que se acerca a la Semana Santa buscando fortuna y gloria, no encuentra sitio en ella, pero es cierto que puede hacer daño.

 

¿Necesita la Semana Santa de Cieza una inyección económica, en promoción, tal y como ha tenido en estos últimos años FLORACIÓN?

 

La Semana Santa se ha ganado a pulso el derecho a recibir de las instituciones, como poco, los mismos apoyos que el resto de celebraciones o acontecimientos del calendario, aunque solo sea porque su impacto en la economía local es probablemente mayor que ningún otro. Por otra parte, llevamos trabajando mucho tiempo para que las fiestas de Semana Santa tengan su espacio propio, no para que puedan acabar siendo tratadas como el apéndice o el complemento de otras. No creo, por tanto, que a nadie le sorprenda mi decepción al comprobar la clamorosa ausencia de nuestra Semana Santa en esas señales recién instaladas en la autovía para indicar los accesos a Cieza.

 

¿Por qué tantas prisas por buscar la Declaración de Interés Turístico Internacional? ¿No hay antes que mejorar en muchos aspectos, tanto estructurales como patrimoniales?

 

Para mí la catalogación de la Semana Santa de Cieza como Fiesta de Interés Turístico no fue nunca en sí misma un objetivo, sino una excusa, la razón perfecta para acometer cambios y reformas que contribuyeran a engrandecerla. Con ese mismo argumento, creo que debemos enfocar la Declaración de Interés Turístico Internacional no como una meta, sino como una oportunidad para mejorar y hacer más grande nuestra Semana Santa: siempre queda mucho por hacer; sigamos sembrando hoy, aunque sean otros los que recojan mañana.

 

Imaginemos que Rafael Salmerón es una de esas personas encargadas de decidir si nuestra Semana Santa es Declarada de Interés Turístico Internacional o no, ¿en que se fijaría para otorgarle este reconocimiento?

 

En todo lo bueno y singular que atesoran nuestras procesiones, que es mucho, desde un Prendimiento que no tiene parangón en toda la geografía nacional a una Cortesía con un propio que la diferencia de las que celebran en otros lugares, pasando, sin desdeñar a ninguno de los restantes, por otros momentos como la Procesión del Silencio, que, junto con la más reciente Procesión del Descenso de Cristo a los infiernos, ha sido modelo a seguir en otras localidades, o como los tradicionales traslados a ritmo de pasodoble o como la caracola de los Armaos, única en su género; y todo ello sin olvidar el rico patrimonio imaginero y musical que atesoran nuestras cofradías.

 

Actualmente, ¿goza de buena salud la Semana Santa de Cieza?

 

Sin duda, pero, dado que la Historia nos enseña que a toda época de bonanza le sigue otra de escasez, conviene estar siempre preparado para lo que el futuro nos pueda deparar, particularmente ahora que vivimos unas circunstancias tan excepcionales circunstancias y que atravesamos unos tiempos tan complicados. Seamos previsores y anticipémonos al mañana; y no olvidemos alere flammam, alimentar la llama, que es hoy más que nunca una obligación y una necesidad.

 

A tu juicio, ¿qué le sobra y qué le falta a la Semana Santa de Cieza?

 

Le sobraría todo lo que no reúna los requisitos de calidad que una Semana Santa como la nuestra merece y sería bien recibido aquello otro que la pueda seguir enriqueciendo sin desdibujar sus señas identitarias. Pero lo que nuestra Semana Santa necesita, sin duda, es ese trabajo de mantenimiento preciso para conservar intactas su belleza y su esencia frente al paso del tiempo.

 

¿Cuándo crees que Rafael Salmerón Pinar se volverá a poner la túnica de los Dormis para llevar a la Burrica en la mañana esplendorosa del Domingo de Ramos?

 

Más pronto que tarde todos volveremos a ceñirnos nuestras túnicas, y ese día nuestra alegría se dejará sentir hasta en el último rincón de la tierra… y del cielo.

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