Hoy Cagitán solo conserva de aquella época las casas ruinosas y apenas unas vidas. A 18 kilómetros de Cieza y a 21 kilómetros de Mula en un páramo agreste se sitúan nuestros entrevistados. Forman parte de una familia que entiende Cagitán como el paraíso, que lo conocen palmo a palmo y que no lo abandonan, ni en el frío invierno ni en el caluroso verano.
Francisco y Manolo, el cual de vez en cuando intervenía en la entrevista para posar su sabiduría sobre la conversación, nos desgranan, a continuación, la vida en Cagitán, un lugar fuera de este siglo.
Francisco: ¿Qué son para ti tus animales y Cagitán?
(El entrevistado comienza a reír sin saber que decir)
Mira: son la vida. Aparte de que me gustan, me gusta verlos como crecen. Es en ese momento cuando uno se siente importante, puesto que veo con mis propios ojos que el trabajo funciona. Además de mi vida, como he dicho antes, es que me gustan. Yo no me cambio por nadie. Por otro lado: me he criado en Cagitán de pequeño. Así que no me da miedo nada, y, la verdad, estoy en la gloria; ¡fíjate si estoy bien! Que las horas aquí se pasan sin que te enteres. Ten en cuenta que comienzo por la mañana muy pronto, ¡y me falta día!
¿Qué tiene Cagitán que no encuentras en otros parajes?
La tranquilidad sobre todo. También es muy importante que he nacido aquí y soy como parte de esta tierra, siento que pertenezco a este lugar. Estuve trabajando repartiendo butano y yo no cambio esto por aquello, he estado en ambos lugares y como me siento en mi tierra no me siento en ningún otro lugar.
¿Qué te llevó a volver a estas tierras donde tu familia habitó en otros tiempos?
La realidad es que yo tenía aquí los animales. Me fui a trabajar al butano, pero nunca me fui de aquí. Yo siempre tenía aquí animales y durante la semana venía a arreglarlos; lo que pasa que no podía disfrutar de ellos. Solo venía a darles de comer y, después de trece años, me cansé y decidí volver y tener más animales.
¿Cómo es el día a día de Francisco en el mundo rural?
Pues los días son muy parecidos, en lo que a trabajo se refiere, me levanto alrededor de las siete, desayuno, me lio a arreglar animales, no me da tiempo a almorzar, ordeño, le echo de comer a los animales y por la tarde al campo con ellos. Mis días son prácticamente iguales, lo que sí que cambia es el paisaje con sus grandes diferencias entre invierno y primavera por ejemplo: el color del amanecer que siempre es diferente e incluso las horas de luz, estas cosas cuando vives en la ciudad son más difíciles de apreciar.
Hace unos días, cuando concertábamos esta entrevista, me comentabas que por las tardes sales a pasear el ganado durante muchas horas ¿Qué sientes en esos momentos de soledad, que pasa por tu cabeza?
(Su primo Manolo interrumpe para señalar que no es pasear, sino pastar)
La verdad es que voy con el teléfono viendo reportaje de cabras, ¡como si no tuviera suficiente con los centenares de cabras que tengo! Hablando con la gente. La verdad es que las horas se me pasan rápidas. Yo salgo con el ganado, me siento con mi silla, porque la edad ya pesan las rodillas y, cuando el ganado se cansa de comer nos venimos. Son cinco horas, pero se pasan rápidas, pero porque me gusta. Yo entiendo que cuando uno hace una cosa que le gusta, se pasa rápido. Ahora, si no me gustara, las horas que yo hecho aquí, sería imposible. Si no me gustara, no estaría. Está claro.
¿Podrías quedarte con un momento del año en Cagitán?
La primavera, sin lugar a dudas. Aquí la primavera da mucho gusto por la naturaleza, los pájaros cantando, el verde de los pastos etc...Bueno, si hablamos de que ha llovido ese año… ¡Es maravilloso! Además, que hace buena temperatura. Es precioso todo, lo mires por donde lo mires. Los pájaros criando, los animales nuevos etc...Todo eso da vida. ¡Da encanto verlos!
¿Le ves futuro a esta forma de vida, dedicada a la ganadería y alejada de los núcleos poblacionales?
No, nada, nada. En la ganadería quedamos los que quedamos. Esto desaparece, la juventud de ahora no quiere. Son muchas horas y no está pagado. Ese es el problema: que no está pagado. El otro día salió en la televisión que es un trabajo milenario, creo que escuché que era en Toledo. Esto no está pagado. Cuando estás aquí, uno se cree que no vale para otra cosa, esa es la realidad. Pero yo estoy aquí porque me gusta. Si volviera a nacer, otra vez estaría, otra vez me dedicaría a esto.
¿No echas de menos la ciudad? ¿Por qué?
(El entrevistado se piensa la respuesta. Se hace el silencio)
Voy de vez en cuando, pero no la echo de menos. Voy por las amistades y salgo alguna noche a cenar, pero no la echo de menos.
¿Cuáles son los principales problemas con los que te encuentras a diario?
Aquí problemas prácticamente no tengo, algunas veces viene a vender algo algún pesado, pero yo tengo mi coche aparcado allí que si necesito algo puedo ir sin ningún problema.
Por último, sabemos que tú y tu familia tenéis un mensaje que hacerle llegar al Ayuntamiento de Cieza, es vuestro momento
(Toma la palabra Manolo)
Cagitán está alejado de la mano de Dios. Aquí el agua que tenemos la conseguimos gracias a una comunidad que hicimos entre vecinos y pudimos traerla del Canal del Taibilla. Aquí el agua se paga más cara que la embotellada, y es para dársela a los animales. Tenemos recibos de 300 y 400 euros de agua, para el ganado exclusivamente. Esas son las facilidades que tenemos. Bueno, si hablamos de luz, debo decirte que el Ayuntamiento de Mula sacó un ramal de luz que se quedó en casa de, casualmente, alguien influyente. Los demás nos quedamos sin luz. Posteriormente el alcalde de Mula rectificó y dijo que iba a sacar la luz para las Contiendas y las Caras del Gagitán – ambos son parajes de Cagitán- Ahí se terminó todo. Ahora, el que quiera luz que pague 12.000 euros por torre de luz para que nos llegue aquí. Pero volvamos a Cieza. El ayuntamiento no sabe que existe Cagitán, solo para cobrar. Ni han traído luz, ni han traído agua ni han asfaltado un camino. Cieza solo existe del río hacia el pueblo. Y mi camino, ahí está. Cuando llueve desde mi casa veo la carretera y sé que me tengo que quedar ahí o, si me urge, me tengo que ir por el Almorchón, salir a la carretera del pantano, irme al cruce del pantano y subirme por la carretera de Cieza desde el Jinete. Se solicitó el arreglo. Vino el arquitecto de caminos y su propuesta fue: ‘’si tú arreglas la mitad del camino, nosotros arreglamos la otra mitad’’, pero primero tienes que arreglarlo tú. Y así está el camino que me permite salir de mi casa. En definitiva: el Ayuntamiento de Cieza ni lo arregla ni nos deja. Nosotros pedimos que, cuando tengan que arreglar caminos rurales, nos tengan en cuenta y se acuerden de nosotros.
Manolo: ¿qué es para ti Cagitán?
Para mi Cagitán es el todo. Pero porque he nacido y me he criado aquí. Mira: yo me estoy haciendo ahí una casa, sin terminar, para, si pudiera ser, que la persona que me asistiera a mí me dejara morir ahí. Que no me lleven ni a residencias, ni a pueblos, ni a pisos, ni casas, ni ciudades ni a ninguna parte. Que me dejen morirme aquí, en Cagitán.
Para terminar, tanto para Manolo como Francisco, si volvierais a nacer ¿volveríais a tener esta vida?
Francisco: Yo sí.
Manolo: Yo no. Mi primo es que se viene arriba. Pero, donde naces, donde te crías, donde te inicias, es lo que sabes hacer. Por ejemplo: si tú eres hijo de un panadero y en tú casa tú has visto amasar pan y vender, posiblemente, tú no te dediques a ordeñar cabras, te dedicarás a hacer pan. Es lo que ves, lo que te inicias. Mi primo, Francisco, ha nacido aquí; ha nacido aquí entre las borregas. Mi primo, cuando no levantaba medio palmo del suelo, se iba con las borregas al campo, las tiraba al suelo y las pelaba, mientras otras comían. Es en lo que ha nacido, ha vivido y en lo que se ha criado.
Con nuestro más sincero agradecimiento a Pedro, del Copy&Print