La fundación, situada en el paraje de los Albares, no es un espacio de transición entre la nada, a la que lamentablemente se enfrentan la mayoría de discapacitados psíquicos en sus primeros años de vida, y el exilio social al que muchos de ellos acaban condenados. La Fundación se convierte en un hogar, una casa llena de oportunidades de las que los alumnos pueden disfrutar desde los 17 años hasta los 65, fecha en la que pueden elegir entre jubilarse, “o seguir en el centro”, apunta Martínez.
“La Fundación Los Albares es la gran desconocida de Cieza”, explica su director, que lleva desde 1995 trabajando en pos de las personas con distintos grados y tipologías de incapacidad intelectual, “desde fuera parece una casa de campo alejada del pueblo, pero dentro ves que es muy distinto: siempre hay algo que hacer y el fruto de nuestro trabajo está más cerca de lo que los ciezanos creen”.
Así es. Una visita superficial y rápida al centro desvela que las instalaciones funcionan como una gran factoría de la felicidad llena de talleres, facilidades y retos para los integrantes del centro. El trabajo diario está muy organizado y cada uno de los matriculados pasa cada jornada por las distintas áreas creadas para la estimulación de sus capacidades.
Una oficina de servicios sociales, que se encarga de asesorar y llevar a cabo las gestiones necesarias sobre dependencia y otras cuestiones; un servicio de psicología, fisioterapia y ATS, comedor y servicio de transporte complementan a otras áreas más centradas en la propia actuación de los alumnos: manualidades, carpintería, capacitación deportiva, salas de ocio y un huerto ecológico ocupan todas las horas del día.
La Nueva Fundación Los Albares es un ente vivo que evoluciona: “Siempre estamos innovando. No queremos que los chicos repitan trabajos, todo lo que hacen en el taller de manualidades acaba en sus casas, por eso queremos que siempre sea distinto, que se adapte a sus capacidades y les haga evolucionar”, explica Manuel Martínez en la primera de las aulas de manualidades, donde un grupo de mujeres elabora unas delicadas muñecas de Goma Eva.
Papel y carpintería: arte en sus manos
Sorprende visitar el taller de carpintería. Nada lo diferencia de una empresa dedicada a la elaboración de muebles profesional: la maquinaria adecuada, los carpinteros, todos miembros de la fundación capitaneados por un tutor experto, se encuentran inmersos en el trabajo. “Ahora estamos elaborando unas peanas para trofeos. Son para Fernando Vázquez. Él tiene otros proveedores pero siempre cuenta con nosotros. Trabajamos a nuestro ritmo pero lo hacemos de un modo profesional. Si ves cada trabajo, te das cuenta de lo bien elaborado que está, desde la elección del material, hasta los acabados”, cuenta el director del centro.
Visitar las instalaciones constata todas las palabras y argumentos expuestos por Martínez. Las piezas elaboradas, desde simples peanas pintadas en negro hasta estilizados lavabos de estilo antiguo, son de una calidad completamente profesional y cuentan con un valor añadido: el esfuerzo y el metódico mimo con que los miembros de la fundación trabajan cada proyecto. Perigallos, los famosos San Blases que los últimos años llenan las confiterías del municipio, casas para pájaros, anillos, cofres ornamentados, miniaturas, muebles e incluso un panal son algunos de los trabajos que realizan cada día.
Otra de las banderas de la Nueva Fundación Los Albares es el taller de reciclado de papel: “Todo el papel del centro se recicla”, cuenta su director en la sala dedicada para la elaboración de materiales de papel reciclado, “aquí lo cortamos y lo trabajamos para elaborar nuevas hojas de papel o realizar manualidades con él”.
El deporte como herramienta de normalización
Otro de los valores añadidos de la Nueva Fundación Los Albares está en su apuesta por el deporte como un terreno de normalización de los disminuidos psíquicos. El centro cuenta con un gimnasio totalmente equipado, una pista de petanca y una canasta de baloncesto.
Los alumnos dedican al menos una hora al día a ejercitar sus capacidades sicomotrices a través de la práctica deportiva. Un ejercicio que, además, llevan a cabo dentro de los parámetros oficiales de cada deporte. La inclusión de la práctica deportiva es una iniciativa que surgió hace ya más de 10 años en este centro, que también ha llevado a cabo competiciones y posee un importante palmarés.
Manuel Martínez, que ha sido seleccionador nacional de las categorías de discapacitados, apuesta por el deporte como una fórmula elemental para la integración social de los enfermos: “El caso más característico en Cieza es el de Pascual Fernández”, cuenta, “cuando empecé a trabajar con él pesaba más de 100 kilos y no tenía relación con la gente. Tras empezar a conseguir logros en el mundo del deporte, los ciezanos no han parado de preguntarle cómo le iba y de animarle a seguir con su carrera”. Aunque afirma que en Cieza todavía no se le ha reconocido como merece.
En la fundación se practica deporte como en cualquier otro lugar del mundo. Con las reglas oficiales y cumpliendo todas las exigencias del juego. Los docentes y voluntarios consideran que no es preciso que las cosas se adapten al disminuido, sino que es el disminuido el que debe adaptar sus capacidades a cada situación que se encuentra. Se sienten satisfechos con esta filosofía y saben que es el mejor modo para que los asistentes a las instalaciones se sientan como uno más.
El huerto ecológico educa en la responsabilidad
Este curso, la Nueva Fundación Los Albares se ha puesto manos a la obra para crear un huerto ecológico. Los resultados ya son notables con una simple visita por los exteriores de la instalación.
El cuidado y mantenimiento del huerto se lleva a cabo por todo el grupo. En él que abundan sanas lechugas, habas, berenjenas, tomates y unas fresas rojas y dulces como no hay otras. Además, el centro ha plantado una amplia selección de árboles de variedades oriundas. Son 38, tantos como alumnos tiene el centro, y cada uno de ellos depende de uno de los chicos, que debe encargarse de su cuidado íntegro: desde regarlos hasta la recogida del fruto, pasando por la poda. Una fórmula de huerto ecológico en la que el centro es pionero.
Martínez apunta que este no es más que otro sistema de trabajo: “Con su árbol, cada miembro de la Fundación asume un compromiso. Sabe que hay algo que depende exclusivamente de él o ella y ve los frutos de sus cuidados”, explica, “todo este trabajo se observa al mediodía, cuando comen orgullosos las lechugas o los tomates que ellos mismos han plantado”.
En perspectiva, un nuevo proyecto
La Nueva Fundación Los Albares no cesa en su empeño por mejorar sus instalaciones para ofrecer un mejor servicio a los 38 disminuidos que acuden allí cada día. El último logro ha sido una subvención para crear un taller de autonomía doméstica.
Un taller que se hará realidad a través de la creación de una “casa” en las instalaciones. En ella incluirán una cama, una lavadora, hornillo y otros elementos con los que los usuarios deben trabajar cada día. De ese modo, podrán aprender de manera controlada a hacer sus camas, calentar un vaso de leche o planchar una camisa.
“Es un paso más hacia la normalización”, apunta Manuel, quien reconoce que su único objetivo en el centro es que “los chicos sean felices”.
La Nueva Fundación Los Albares se ha convertido en referente de los centros murcianos
Uno de los orgullos de Martínez al frente de la Nueva Fundación Los Albares es que, junto con los demás profesionales y los alumnos, ha convertido el centro en un referente regional en cuanto a la educación para personas con discapacidades psíquicas: “Hemos dado charlas en módulos sobre educación especial en el deporte, nos han visitado centros del mismo tipo para conocer cómo trabajamos y colaboramos activamente con colegios y centros de educación de Cieza y otros municipios, que vienen aquí a ver qué hacemos y a los que vamos a enseñar nuestros talleres, nuestra forma de trabajar y nuestro día a día”, explica el director.
Manuel Martínez es la cabeza de un equipo humano y comprometido
Algunos de los profesores y trabajadores del centro se encuentran en sus puestos de trabajo durante la visita. Todos, como Manuel, demuestran un alto nivel de compromiso, un ingrediente indispensable para el plato que crean: un centro vivo, donde los discapacitados psíquicos obtienen un presente en el que sentirse útiles y valorados, con atenciones idóneas para la evolución de sus discapacidades y rodeados de almas trabajadoras con un único objetivo: que el día a día de estos chicos sea lo más feliz posible y que, poco a poco, cese el estigma que la vertiginosidad de las sociedades actuales les otorga.
En este proyecto tienen un papel relevante los voluntarios, personas que regalan su tiempo al centro y a los chicos y chicas que acuden a él y participan de toda su actividad. El director afirma que “son necesarios. Los muchachos se encariñan con ellos y ellos lo hacen con los chicos, es una relación que aporta a ambas partes”.