Resumiendo, a partir de este momento los tutores deberán informar y pedir autorización expresa a madres y padres para que sus hijos participen en cualquier actividad en la que intervengan personas, colectivos o instituciones ajenas al centro. Incluso aunque se trate de actividades de carácter científico. No se indica en las instrucciones qué se debe hacer con las niñas o niños cuyos padres les prohíban dicha participación.
Resumiendo: empieza el proceso de desmontaje de la educación no ideologizada y su sustitución por otra absolutamente ideologizada, la que ya se imparte en muchos centros privados y privados concertados y que, curiosamente, no es denunciada a pesar de su carácter doctrinario y adoctrinador por quienes tanto se preocupan por lo que pasa en los centros públicos.
Voy a ser políticamente incorrecto, pero sincero. Estoy seguro de que quienes tanto desconfían y abominan de estas actividades no han asistido en su vida a una sola de ellas. Y juego con ventaja al afirmarlo, primero porque se ha demostrado en numerosísimas ocasiones el total desconocimiento que quienes las denuncian tienen de lo que se hace o imparte en ellas. Y segundo porque yo sí he estado en algunas y les aseguro que ya quisieran muchos poder organizar eventos tan limpios y neutrales como estos, que son básicamente informativos salvo en una cuestión: intentar que quienes participan, niños y niñas, interioricen y aprendan que lo diferente ni es bueno ni es malo, simplemente es distinto, y que todos y cada uno de nosotros tenemos que respetar a los demás y ser respetados por ellos. Naturalmente los detractores de este tipo de actividades no se conforman con que sus hijos no las realicen; es tan sólo el primer paso hacia intentar imponer a los hijos del resto de los ciudadanos que tampoco reciban una información que esté en contra de los principios de los primeros. No se trata de una afirmación a la ligera, en nuestra Región ya se ha dado el caso por parte de una empresa educativa y de su rector no hace mucho tiempo.
Creo que estas personas, quienes pretenden controlar lo que se enseña y lo que no a través de su personal prisma ideológico, se equivocan. Incluso creo que actúan en detrimento de la educación de sus propios hijos. Y lo creo en primer lugar porque no tienen una idea clara de lo que es la educación. Una educación completa y equilibrada debe mostrar a los alumnos cómo es el mundo en el que viven, sin límites ni cortapisas, porque esos límites y cortapisas son artificiales, no responden a la realidad. El mundo es como es, y aunque se puede y en ocasiones se debe cambiar el negar las realidades que existen en él simplemente hacen más limitado el conocimiento, y por tanto el dominio, que cada persona puede tener sobre su entorno material y social. En definitiva, el negar a tus hijos el conocimiento, aunque sea de forma parcial, de la realidad que les rodea hipoteca su propio futuro. Y también el intentar que tu hijo o hija rechace todo lo que sea distinto no ya de su propio pensamiento, sino sobre todo del de sus padres. La intolerancia es muy mala consejera y suele acarrear más problemas que soluciones.
E insisto: esto es sólo el primer paso. La intolerancia no se conforma con que se respeten sus principios. Por definición (y por experiencia, que ya lo hemos vivido desgraciadamente en demasiadas ocasiones) la intolerancia aspira a imponerlos a los demás, impidiendo la diferencia. Y en estos tiempos que corren la intolerancia política o religiosa se alía con el negacionismo científico ayuno de cultura y da como resultado lo que últimamente nos toca sufrir, como es el caso de la orden del gobierno regional que permite a los padres impedir a sus hijos participar en las actividades que consideren contrarias a sus ideales o adoctrinadoras. Y las madres y padres, engañados en demasiadas ocasiones por soflamas políticas o rumores y falsedades en las redes, deben tener en cuenta una cosa: en la práctica totalidad de los casos las actividades que se diseñan en escuelas e institutos públicos para sus hijos tienen un único objetivo: mejorar y complementar su educación y su formación, darles un mayor conocimiento científico y social del mundo en el que viven, ofrecerles en definitiva más y mejores herramientas para que su futuro sea el que ellos quieran y se labren, y no el que otros o la sociedad decidan. Para eso están los profesores y para eso se realizan las actividades. Para que, en definitiva, nuestras hijas e hijos sean más libres y más felices.
Que es lo que todos los padres queremos, ¿no?
