Nuestra sociedad ha cambiado, y mucho. Los animales de compañía, un lujo o una rareza hasta no hace demasiado tiempo, son hoy parte integrante e importante de nuestras vidas. De hecho son tan importantes que, teniendo en cuenta tan solo los perros, los siete millones de canes registrados en nuestro país igualan el número de niños y niñas de 15 o menos años. Y eso sin contar los gatos, de los que hay cuatro millones domésticos en nuestros hogares, y otros muchos animales más.

La cuestión es sencilla: el aumento del nivel de vida, el amor a los animales, la soledad o el retardo en la edad de procreación llevan a millones de españoles a buscar una alternativa en la que proyectar sus ansias de cuidar y mimar a otro ser. Y así, hoy en día aproximadamente un 40% de los hogares españoles cuentan con algún animal de compañía, del tipo que sea.

Y Cieza no es una excepción. Más bien al contrario, durante los últimos años se ha multiplicado de forma evidente el número de hogares en nuestra ciudad que cuenta entre sus miembros con algún tipo de mascota, al tiempo que la sensibilidad por el bienestar de los animales ha crecido también exponencialmente. Algo, al menos para mí y para muchas otras personas, muy positivo. Pero que también trae consigo complicaciones.

Me explico. Las mascotas son seres vivos, que tienen necesidades similares a las de los humanos. En especial en el caso del animal doméstico más extendido en nuestros hogares, que no es otro que el perro. Que es además el más visible, dada su necesidad de pasear y de efectuar sus deposiciones casi siempre durante estos paseos. Y aquí está uno de los más importantes puntos de fricción entre propietarios de mascotas y la sociedad en general: la limpieza. Uno de los peores espectáculos que una ciudad puede ofrecer a sus habitantes y visitantes es el de unas aceras llenas de excrementos caninos que los dueños de las mascotas no han tenido a bien recoger o limpiar. Todos hemos visto nuestras calles, literalmente, llenas de mierda canina. Y la impresión que eso causa es pésima.

Las diferentes campañas desarrolladas por los distintos partidos que han gestionado los asuntos municipales han tenido siempre unos resultados efímeros; es decir, tras un primer impacto positivo de concienciación y, todo hay que decirlo, de miedo a las multas, la situación ha vuelto siempre a su pésimo estado anterior. En ello influía sin duda la falta de un marco jurídico diáfano que permitiese definir de forma clara cuáles eran las responsabilidades de los propietarios de mascotas y cuáles las sanciones de no cumplir con ellas. Este marco, a partir de ahora, va a ser una realidad, y su cumplimiento depende tanto de la voluntad de los propietarios de mascotas como de la de la administración local de hacer cumplir la normativa. Y es que la convivencia de mascotas, de propietarios de mascotas y de quienes no las tengan ha de basarse en el respeto mutuo entre todos, pero también en la existencia de una normativa clara y de una voluntad real de hacerla cumplir.

Normativa que también tiene entre sus objetivos defender los derechos de los animales. Unos derechos que, hasta hace poco, se fiaban única y exclusivamente a la buena voluntad de los propietarios de unos animales considerados como objetos inermes, y no como lo que son en realidad: seres sensibles y dotados de existencia individual. No creo que sea necesario hablar de las espantosas cifras de maltrato animal y de abandono de mascotas, que son perseguidos y castigados cada día con mayor rigor, pero en mi opinión aún no con el suficiente. En este sentido cualquier norma que aumente la protección de los animales y cualquier campaña que anime a los propietarios de estos a cumplir con sus obligaciones, a cuidarlos como merecen y a responsabilizarse de su bienestar, es más que positiva.

Porque no debemos olvidar que nuestras mascotas, además de seres que sienten y padecen, nos devuelven casi siempre con creces todo el cariño que les damos de forma absolutamente desinteresada. Y dice mucho de una sociedad, de cualquier sociedad, cómo paga ese cariño y esa lealtad que recibe de sus mascotas. Y también cómo integra a estas mascotas en ella misma, respetando a quienes no las poseen tanto como a quienes las poseen y disfrutan de ellas.