O de la suya. Porque me da la impresión de que la mía y la suya no coinciden. Entre otras cosas porque yo (ni al menos otros 26 millones de españolitos que tenemos reserva nominal en el paredón) no soy del país de unos señores que pretenden la aniquilación política, cuando no física, de quienes no piensan como ellos. Pero no caigamos en esas demagogias. Estos héroes de la patria, según juran ellos mismos, no desean otra cosa que protegerla y proteger la democracia.
Aunque eso de proteger la democracia… No sé, no sé. Porque me da la impresión de que algunos, o muchos, o todos ellos, de democracia saben lo justo. Tirando a poco. O más bien nada. Y de practicarla, aun menos.
Militares golpistas expulsados del ejército hace décadas. Nietos del difunto dictador que de no ser por su abuelo no serían nadie. Generales en la reserva que presiden la fundación Francisco Franco. Demócratas de toda la vida que buscan defender la democracia y la Constitución mediante un golpe de estado, porque no se les ocurre otra manera. Y no olvidemos a los políticos que les vocean, también muy patriotas. Y mucho patriotas.
Vamos a hablar en serio. Estos señores no representan a nadie. Su valor, ese que le supone a los militares y a los toreros, no llega a tanto como para haber hecho sus denuncias cuando aún estaban en activo. Las hacen ahora, cuando ya no están sujetos a la disciplina ni a las posibles sanciones, porque una cosa es la patria en peligro y otra que te impongan una multa y puedas perder el trabajo. Eso sí, gozan de una serie de privilegios que, curiosamente, les otorga ese estado al que tanto critican y odian y a los que ni por coherencia y honradez renuncian. Privilegios que, por cierto, no tienen el resto de los jubilados españoles.
La cosa tiene lo suyo. Que quienes han participado en golpes de estado o han honrado la memoria de un general golpista clamen ahora por la democracia y la Constitución es algo que se parece mucho, pero que mucho, a lo que se hacía en los regímenes prosoviéticos a los que tanto dicen odiar, pero a los que tanto imitan. ¿Y sabéis por qué utilizan este lenguaje tan pretendidamente democrático? Pues porque ellos saben que la inmensa mayoría del pueblo español, sean de derechas, de izquierdas o de extremo centro, somos demócratas. Pero de los de verdad. De los que asumen la diferencia política y el debate de ideas, y el hecho de que el poder político emana del pueblo, y no de cuatro espadones que no son sino lacayos de ciertos sectores sociales que no soportan que sea el pueblo en general quien decida su destino. Ni siquiera representan a su propia institución, el ejército, que ha dado pruebas sobradas de su carácter democrático y de su vocación de servir y proteger al país, al pueblo y a la Constitución.
Porque el ejército español no está para sojuzgar a su pueblo. Aunque en tiempos todavía no muy lejanos, y con mandos como muchos de estos que ahora se manifiestan por la democracia, su misión era básica y simplemente esa: evitar cualquier tentación de apertura y democracia, por delante incluso de la defensa del país. Pero en los últimos 45 años el ejército de España se ha convertido en la fuerza militar de un estado moderno, democrático, con misiones que van más allá incluso de las bélicas y que concitan el reconocimiento del pueblo español. Los firmantes de estas cartas, poco menos que pronunciamientos, son los últimos reductos del franquismo en las Fuerzas Armadas, expulsados algunos y retirados ya otros, que al menos en mi opinión no hacen otra cosa que lanzar el canto del cisne de una España, la dictatorial, que ya no existe y que es muy difícil que vuelva a existir.
Y para finalizar, me gustaría ver a todos estos espadones y a los políticos que les jalean defendiendo la Constitución, esa por la que se manifiestan y por la que dicen temer, en toda su extensión y hasta sus últimas consecuencias. Porque a la hora de proteger derechos constitucionales puestos en entredicho como el derecho y deber de trabajar, el derecho a una vivienda digna, el derecho a una sanidad pública, universal y de calidad, el derecho a la igualdad ante la ley, el derecho a una educación gratuita e igualitaria, a la hora de cumplir de verdad la Constitución estos héroes ni están, ni se les espera.
Y eso que son lo mejor de España.