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Sabado, 20 de Abril del 2024
Saturday, 15 January 2022

El Viaje (más final aún) a Ninguna Parte. Nochevieja (II) sin miedo. Si hemos de morir, que sea… “biencenados”

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CLR/Bartolomé Marcos.

Desde que me jubilé, en junio de 2011, hace ya una larga década, nada prodigiosa y sí bastante achacosa (pero que por nadie pase y que aguante mucho tiempo como estoy), vengo manteniendo una correspondencia periódica, vía mail, con la hija de mi querida prima hermana, Lolita Moreno Carrillo, que tuvo una primogénita, Conchita Piñera Moreno, a la que adopté en su momento, por las famosas afinidades electivas, como prima hermana también, por voluntaria y deliberada extensión del parentesco, o sea porque a ambos nos dio la gana.

Conchita es un prodigio de gracia, de inteligencia, de sensibilidad y de capacidad para la humana comunicación. Cuando sus padres, Ricardo y Lolita, forjaron el barro humano del que ella, como todos, todas y “todes”, estamos hechos, hechas y “heches”, que esto es la leche, y ella también, se rompió el molde, como decirse suele. Además, Conchita le caía genial a mi madre, y la nombré en cuanto pude integrante de la Santísima Trinidad que gobernó durante varios años una de las Jefaturas de Estudios que configuré en mis años como director del IES “Diego Tortosa”, otra experiencia sufrida, pero irrenunciable y hermosa. Tres mujeres, Mari Carmen Galindo, que sigue, Mari Ángeles Templado y Conchita, superando la cuota sanchista e irenista, tres, el cien por cien, al frente de una de las tareas más difíciles, arduas y hasta heroicas, como dejara dicho aquél, de las que darse pueden en un centro de enseñanza, que casi todas lo son, difíciles, arduas y ¿por qué no?, heroicas. No vayan a pensar que es la mía una prosa ombliguista y que me dedico a contar cada semana “mi vida en fascículos”, que por otra parte es verdad, por qué voy a negarlo, pero, para que vean, hoy cuento un episodio de la de Conchita, que forma parte de la mía, aunque no es la mía “stricto sensu” que dijo el pedante, o sea yo, pero que, pedante o no, suena muy bien, ¿cómo no va a sonar bien, si es “glorioso latín, idioma del imperio”? Pues eso…

 

Pero, entre otras muchas cualidades, Conchita tiene buena pluma, sabe escribir y lo hace muy bien, como me demuestra, aunque no con tanta frecuencia como yo quisiera, en la referida correspondencia. Así que voy a dejar que sea ella misma la que lo cuente. A fin de cuentas, fue su familia y fue su cena de Nochevieja, y fue su cruz. A vuelta de correo de mi artículo sobre mi cena familiar de Nochevieja, dictado a instancias del ¡voto a bríos¡ (a cualquiera antes que a Sánchez) y del temerario ¿quién dijo miedo?, Conchita Piñera Moreno escribe, aludiendo irónicamente primero al supuestamente pequeño sacrificio de quince días de encierro que se decretaron en el primer confinamiento pandémico, del que aún no hemos salido del todo y del que pronto se cumplirán ¡¡¡dos años!!!:

 

¿Quince días?... Qué acertado el señor Sánchez en todo. Me alegro de que celebrarais la nochevieja en condiciones. Yo no puedo decir lo mismo, porque me puse malísima el viernes por la tarde, me dio fiebre y aunque intenté hacerme la fuerte, a las once de la noche estaba acostada, así que todavía no he celebrado que ya hemos dejado atrás el 2021, que para mí sí ha tenido cosas buenas o mucho más que buenas, la llegada de mi pequeñajo (su primer nieto, Iván) y que, como tú, aunque achacosos, todos estábamos en la mesa...

 

Estuve mala hasta el sábado al mediodía, que la fiebre remitió a base de paracetamol. Claro, tampoco hubo fiesta de año nuevo ni santo de mi señor esposo (su esposo se llama Manolo), qué se le va a hacer. Y el domingo me voy toda peripuesta a hacerme un test de antígenos a la farmacia de Jordán. Y aunque apenas perceptible, me dice que da positivo. Y empezamos mi marido y yo uno de esos Viajes a Ninguna Parte organizados por la burrocracia sanitaria. Te parece que bajamos al hospital, al punto covid, y allí había tres enfermeras vestidas de extraterrestre, un coche con una señora mayor a la que le estaban metiendo el bastoncillo y una muchacha preguntando. Esperamos turno y nos dicen que tenemos que llamar a nuestro médico, que sin cita no nos hacen nada. Llamo a la Vega y me dan un correo electrónico de consulta. Y sin más nos encerramos en casa, con la mascarilla puesta, claro está, después de pasar por el centro de salud del Camino Madrid, donde a Manolo le dan la misma explicación. Bueno. Así se pasa el domingo. Llega el lunes, me llaman de Asisa diciendo que hoy martes me llamará una doctora. A Manolo lo llama su médico (Ignacio Egea) y va a hacerse un test que sale negativo, hoy tiene cita para la pcr. Yo, desesperada, como un león enjaulado, porque para colmo no he visto a mi peque desde el viernes más que por videollamada, al final me decido a hablar con Pascual Muñoz Campos y este me manda por la tarde un volante para pcr, cosa muy de agradecer porque la burrocracia o protocolo actual dice que si te ha salido el test positivo ya ni te hacen pcr, que hay que ahorrar.

 

Y digo yo, primo (me dice Conchi) ¿No habría sido más efectivo que el domingo, que la única saturación estaría en los bares, porque en el hospital ni de coña, nos hubieran hecho la puñetera pcr y fuera? Ayer, en las noticias, que si las bajas laborales, que si tal y que si cual. Pues aquí tienes a mi marido, que no fue ayer a trabajar ni hoy tampoco. Pero claro, esto en las noticias como que no. En fin. Yo ya no sé qué pensar, he leído en varios sitios (y sé de gente que le ha pasado) que las vacunas pueden dar falsos positivos. Yo no me noto nada, tuve fiebre durante menos de veinticuatro horas y sanseacabó, pero mira qué cuadro. Ya te contaré cómo acaba la historia. Y como me ha dado "pelusa" de tu foto familiar (¡cómo se nota el cambio en Alba y Ricardo!), te mando una que hizo mi hija en Nochevieja, rogándote que no te fijes mucho en mi careto porque parece que me ha dado permiso el enterraor, como decía mi abuela. Un besazo, primo, y seguiremos aguantando el tirón. Putos desgobernantes, y putos negociantes alienes...

 

Querida prima: esta semana un tal Juan Luis Arsuaga, me ha regalado una frase impactante, que suscribo plenamente, a la que sólo le faltó concretarla en mi persona: “la vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado”, frase que resume inmejorablemente mi propia vida en un telegráfico “plisplás”. Eso se llama capacidad de síntesis…Y yo que me digo, queridísima Conchi: si hemos de morir, al menos que sea bien cenados… Sólo me resta presentarles a los comensales, que, según las últimas noticias, están todos bien. En realidad podría haberlos englobado a todos bajo el título-lema de “el imperio de la Estrella de Levante en Cieza”.

 

Pie de foto. De izquierda a derecha: María Herrera, hija de Conchi; Manolo, esposo de Conchi; Conchi; Ricardo junior, hijo de Conchi: Ricardo senior, el patriarca del imperio y últimamente entregado a la literaria pasión interminable; José Luis Piñera Moreno, hermano de Conchi; apoyada en su hombro, su madre, mi prima hermana Lolita; después Luis, esposo de María Herrera con su hijo Iván, nieto de Conchi y locura de abuela primeriza, en brazos. Cerrando el grupo la matriarca, viuda de Morte, Conchita Piñera Marín, hermana de Ricardo senior ¡VIVA LA VIDA!.

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