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Sabado, 20 de Abril del 2024
Saturday, 04 December 2021

El Viaje (más final aún…) a Ninguna Parte. La estafa que no cesa; el mundo, podrido

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Bartolomé Marcos Bartolomé Marcos

CLR/Bartolomé Marcos.

Antes de nada me adelantaré a quienes seguramente se apresurarán a meterme en el cajón de los “negacionistas” del misteriosamente camaleónico virus este de los cojones que nos lleva a maltraer y en un permanente sinvivir, por las ideas que desde hace más de un año vengo vertiendo en algunos artículos en los que he hablado de este asunto, que ya hiede que apesta a estafa pura y dura en la que alguien-o quizá bastantes- interesadamente se enfangan, y hasta se refocilan en la inmunda marranera.

Ideas en las que me reafirmo aquí y ahora, en el momento y circunstancia en que se ha puesto en boga y candelero la variante con mayúsculas, la variante sudafricana ÓMICRON, que suena a título de película del agente 007 interpretada por Daniel Craig, el protagonista de fenotipo más acusadamente eslavo y duro de cuantos han encarnado al famoso personaje salido del magín de Ian Fleming.

 

Tajantemente manifiesto que no soy de los que niegan la existencia del virus, que ha extendido por el mundo dolor, pesadumbre, miseria, muerte y padecimiento, y que yo mismo sufrí, sobre todo psicológicamente, con cierta angustia ante la incertidumbre, en mi organismo, hace poco más de un año, en altas dosis y con acusada carga vírica según indicaban los análisis que se me practicaron, aunque también, todo hay que decirlo, de manera absolutamente asintomática y sin padecimiento ni secuelas de ninguna clase, misterio para resolver por Iker Jiménez, que podría abonar mi incredulidad si no fuera -insisto- por las catástrofes y desgracias humanas en deterioro económico, enfermedad y muerte, que el virus ha ocasionado y está todavía ocasionando. Un virus que (no soy negacionista pero sí conspiranoico) , según casi todos los indicios, razonables y no razonables, pusieron en circulación los chinos en la cosmopolita ciudad de Wuhan, generando un siniestro y diabólico “cuento chino”, historia interminable para no dormir ni descansar tranquilo y para generar pingües y escandalosos beneficios a Pfizer, Moderna, Astrazéneca y algunos laboratorios e industrias químicas multinacionales que, aparte otras consideraciones, indudablemente han descubierto no sólo las vacunas en tiempo record, sino la versión más suculenta y rentable del “truco del almendruco”, del viejo tópico de “la gallina de los huevos de oro”, algo en este caso literalmente cierto. Un buen negocio. Se están hinchando a ganar dinero. Se están haciendo de oro. Y, una vez descubierto, quieren que el negocio dure.

 

Lo seguro es que la naturaleza camaleónica, escurridiza y mutante de este virus supera la imaginación más calenturienta y colma los delirantes sueños de negocio infinito y redondo de las farmacéuticas, que están jugando con las esperanzas y el dolor de la pobre y buena gente, cuando no abandonando y relegando al olvido, en el que por cierto, ya estaba desde hace bastante tiempo, a continentes enteros como África, de donde parece provenir, por cierto, la última y terrorífica mutación. El miércoles, 22 de septiembre, Amnistía Internacional difundió un informe titulado “Dosis doble de desigualdad: las empresas farmacéuticas y la crisis de las vacunas contra la COVID-19”. En él, la ONG denuncia que “seis desarrolladores punteros de vacunas” (AstraZéneca, BioNTech, Johnson & Johnson, Moderna, Novavax y Pfizer), “han suministrado hasta el momento su producción casi exclusivamente a los países ricos, anteponiendo así sus ganancias a la salud de todas las personas”. Estas empresas han dado prioridad a la producción y venta de vacunas con precios elevados, lo que implica que solo los países más ricos han tenido la oportunidad de comprar estas vacunas. Pfizer y BioNTech han vendido nueve veces más vacunas a Suecia que a todos los países con bajos ingresos juntos. O el caso también de Moderna, que no ha vendido ni una sola dosis de vacunas a países con bajos ingresos, según ha declarado Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional. En su gran mayoría, estas compañías no han participado en el sistema de redistribución de vacunas instaurado por la ONU y rechazan compartir la propiedad intelectual. El resultado de esto es una gran penuria de vacunas a nivel global. Amnistía Internacional ha pedido que se entreguen 2.000 millones de dosis para los países más pobres de aquí al final del año 2021, mientras que desde la Casa Blanca se ha indicado que Estados Unidos comprará y distribuirá en los países con menos recursos 500 millones de dosis suplementarias, para aumentar hasta 1.100 millones la donación total estadounidense de vacunas. Además, el presidente Joe Biden ha lanzado una iniciativa en una cumbre paralela a la Asamblea General de la ONU para vacunar completamente al 70% de la población mundial dentro de un año. Sin embargo, en Occidente, vacunados y revacunados ya, estamos empeñados en conjurar el peligro con interminables dosis del antídoto, ya vamos por la tercera que yo he decidido, por el momento, no ponérmela, mientras, siniestro en el horizonte, colándose por todos los resquicios de la fortaleza, ÓMICRON, la amenaza fantasma llegada precisamente de África (como siempre, en el olvido, allá nosotros…), acecha. Nos merecemos lo que nos pase. Nos lo merecemos…

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