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Viernes, 19 de Abril del 2024
Saturday, 23 November 2019

El Viaje (Final) a Ninguna Parte. “Murcia, qué hermosa eres”

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Bartolomé Marcos Bartolomé Marcos

CLR/Bartolomé Marcos.

Continúo esta semana con una nueva entrega de este improvisado, circunstancial, guasapero y, al tiempo, cervantino “coloquio de los perros”, en el que mi recurrente e inspirado interlocutor, pongamos que Cipión, le expone a mi transmutada en perruna persona, pongamos que Berganza, sus razones sobre la gran sorpresa acaecida con la victoria en las elecciones del pasado 10N, en la Región de Murcia (y también en muchos municipios como el nuestro de Cieza), de la formación de derecha española desacomplejada, simple y directa, VOX, que les dio una soberana paliza histórica en las urnas a todas las demás fuerzas políticas. Se lo tenían merecido por pusilánimes y diletantes.

Dice así Cipión: “A muchos legos podrá sorprenderles por qué en Murcia ha irrumpido con tan inusual fuerza la extrema derecha. Pero en realidad lo raro habría sido lo contrario, pues la historia así lo ha ratificado en numerosas ocasiones. Y es que Murcia ha sido desde siempre leal a España, y, por ende, sus ciudadanos han votado mayoritariamente al partido que ha defendido con ahínco la unidad nacional. Aunque tenemos sol a porrillo (del que disfrutan sin mesura turistas britanos y alemanes, y hasta las selecciones de fútbol europeas, que se entrenan aquí para su competición antes de cada competición), hay una grave escasez de agua, por lo que quien defienda el “Agua para todos” tiene grandes posibilidades de gobernar esta tierra (algo que todavía no han entendido algunos politólogos, ni sus asesores, que llevan ya unas cuantas décadas en el dique seco de la oposición). Ahora circulan por la red estúpidos estereotipos que transforman ese conocido “Murcia, qué hermosa eres”, que refleja la bonanza de esta tierra, soñada y conquistada por fenicios, iberos, romanos, godos, musulmanes y cristianos, por el “Murcia, qué facha eres”, en clara alusión al abrumador resultado electoral obtenido por el único partido político que ha defendido en las últimas citas electorales, sin fisuras, la unidad de España. Y es esta la principal razón, y no la corrupción (pues esta práctica se la reparten a partes iguales unos y otros), la que ha decantado la balanza política hacia uno de los extremos. El Reino de Murcia, que en modo alguno fue fugaz pues mantuvo esta condición durante 575 años, (para desesperación de algunos que no han pasado en la historia de ser más que un simple condado), se incorporó a la Corona de Castilla en 1243, mediante el Tratado de Alcaraz. Por aquella época, Murcia era reino fronterizo con los otros tres existentes entonces: Castilla, Aragón y Granada. Este evento histórico tuvo consecuencias importantísimas para la cohesión de la futura nación española, pues Castilla pudo disponer de una salida al Mar Mediterráneo en su lucha contra el reino de Granada. Murcia fue desde entonces fiel a la Corona de Castilla, y la manifestación más visible de ello son las siete coronas que le fueron concedidas por su lealtad y que adornan su enseña (para que luego algunos alardeen de la “singularidad histórica” o del “hecho diferencial” que dicen tener algunas comunidades españolas; por cierto, por “singularidad” sólo me han enseñado en la escuela que cabe atribuirla al momento previo al “Big Bang”, la creación del Universo, y el único “diferencial” que se me viene a la cabeza es el del cuadro eléctrico de casa). No en vano, Murcia fue en vida la tierra amada por el rey Alfonso X el Sabio, y la que sirve de reposo a su corazón, desde su muerte, en la Catedral de Murcia. La indeseable consecuencia de esto fue que Murcia se convirtió en objetivo militar de las huestes granadinas, padeciendo su población lo indecible ante el desconcierto morisco ¡Y bien que lo supieron los de Cieza la Desdichada!, que sufrieron, como pocos, un 6 de Abril de 1477, la venganza granadina, destruyendo, saqueando, matando, violando y llevándose cautiva a Granada a buena parte de sus indefensos ciudadanos. La Reina Isabel, “la Católica”, prometió vengar esta afrenta, vindicta que se materializó tres lustros después con la toma de la capital de Al Andalus, lo que llevó a la desaparición del reino de Granada y a la creación del reino de España. Sólo en época contemporánea se despojó a Murcia de su condición de reino y, en cambio, los políticos concedieron el obsceno estatus, al menos semántico, de “país”, a una región de España, hasta entonces anodina, rebelde, antiespañola y que siempre ha mirado (y trincado la pasta gansa del Estado) sólo para ella. Y no sólo eso, los gobernantes implantaron allí, y en el mentado condado, la floreciente revolución industrial importada de Inglaterra, modernizándose a costa del resto de las regiones españolas y creando la España rica del Norte y la pobre del Sur. Qué chocante que siempre se premie al final al que da más por culo. En cambio al territorio leal, dócil y callado, le dan siempre por el ídem. Los de aquí nos sentimos, más que murcianos, españoles, sentimiento que también comparten muchos otros, pero que en nosotros está más acentuado por lo antes expuesto. No en vano, muchos partidos internacionales de “La Roja” se celebran en el estadio de la Condomina, donde se puede ver el fervor de la afición española, tan necesaria para espolear o nuestros multimillonarios “tocapelotas”.

 

Lo verdaderamente trágico y lamentable es que, a diferencia de lo que sienten galos, germanos o yanquis, estas pasiones patrióticas, fundamentadas en un reino grande, como pocos, en la Historia, el de España, sean tildadas de “fachas” por los “neopaletos progres de tintes comunistoides” de esta sociedad nuestra desestructurada y sin valores. Por todo esto, porque aquí anida buena gente, porque se vive, se disfruta de la vida y se come como Dios, y porque el orgullo de ser murciano queda siempre circunscrito al de ser español, muchos de nosotros seguiremos enarbolando con pasión el “Murcia, qué hermosa eres”.

 

Querido Cipión con quien frecuentemente mensajeo y platico: tiempo ha (casi cincuenta años atrás), en la fachada posterior de un bloque de viviendas situado en el Camino de la Estación, zona que, por lo demás, sigue casi en el mismo cuartomundismo y subdesarrollo lamentable de entonces, un rótulo gigantesco decía algo así como “Bienvenidos a la muy noble y leal Ciudad de Cieza”, algo que nos llenaba de satisfacción a muchos ciezanos y ciezanas cuando lo contemplábamos. Pues sí, así somos los ciezanos…un poquito toscos a veces, bastante marranos casi siempre, pero nobles y leales, avanzadilla castellana en sureña y agradecida tierra. Eso los ciezanos, porque los siesos como catalanes catalanistas y vascos abertzales son, además de fascistas, desagradables, antipáticos y desabridos. Verbigracia Otegui. Verbigracia Torra ¡Gentuza! Un abrazo perruno, y seguiremos en la brecha, querido Cipión.

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