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Lunes, 09 de Diciembre del 2024
Friday, 13 November 2020

El Viaje (Final) a Ninguna Parte. Me atrapó el coronavirus…

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Bartolomé Marcos Bartolomé Marcos

CLR/Bartolomé Marcos.

Esta semana se me acumulan los temas a los que dedicar estas insomnes y tantas veces peregrinas (por lo de ir de acá para allá) reflexiones semanales que ustedes me aguantan con paciencia infinita. Gracias.

Hoy, el primero de todos esos asuntos es, por razones obvias, porque ha venido a visitarme, sin ser invitado, en mi propio nuevo domicilio en la Gran Vía de Cieza, el tema del dichoso coronavirus, que- dejando de lado el estropicio en vidas y haciendas que está provocando cuando algunas de las brillantes y preclaras mentes bien pagadas que nos mal dirigen se habían cansado de repetir que en España apenas si se iba a notar-, pero que está resultando un verdadero coñazo, además de una enfermedad devastadora, real y temible, desde luego (lejos de mí la tentación de engrosar el rebaño creciente de los “negacionistas”) pero siempre muy enigmática y misteriosa (lo he comprobado en propias carnes y en las de los míos), y que está comportando, eso sí, un evidente ahorro en pensiones, mire usted por dónde, quizá algunos puedan estar pensando, cínicamente, que no hay mal que por bien no venga y que si caen los más viejitos, los que ya han vivido más, pues, bueno, ya han vivido, ¿verdad?, ¿qué le vamos a hacer? Daños colaterales. Mal menor…Enfermedad extraña ésta; cuanto más me acerco a ella, aunque siempre con mascarilla, ese penúltimo gran negocio del que algunos han denominado “timovirus”, más sorprendente me parece.

 

Y hablo, ya digo, de primera mano y con conocimiento de causa, porque he llegado a acercarme tanto a esta enfermedad que le he facilitado alojamiento dentro de mí mismo, es decir, que en las últimas semanas he sido un infectado, aunque cuando escribo esto las pruebas a las que me he sometido dicen que ya estoy limpio y que he desarrollado una inmunidad relativa, pero apreciable; he tenido a ese bicho asqueroso con esporas (que ni siquiera puede decirse que esté vivo) que sigo creyendo que inventaron y dejaron escapar algunos científicos chinos locos (o quizá no tanto) del laboratorio de la populosa ciudad china de Wuhan, navegando libremente por mi torrente sanguíneo, buscando quién sabe qué y navegando, desde luego, hacia ninguna parte. Pues ya ven ustedes. Lo más que llego es hasta la Presa, la Ermita del Santo Cristo o el Fatego. Parece que me escapé en la primera oleada del virus, allá por el mes de Marzo, pero que ha acabado atrapándome en estos furibundos rebrotes otoñales de la segunda oleada, en la que ha venido, mutado, pero casi igual de mortífero. No me pregunten. No sé cómo me ha cazado, pero me cazó bien cazado (aunque eso sí, sin un puñetero síntoma…¡Joder!, ¿no me digan que no es raro? Yo he formado parte de la innúmera y paradójica legión de los asintomáticos (¿no les he dicho ya cinco o seis veces que era una enfermedad muy rara?), o sea, enfermo pero ¡sin síntomas de la enfermedad! Todo el mundo me dice que mejor y me felicitan y se felicitan por ello, aunque yo no las tengo todas conmigo. Aún…He pasado resfriados otoñales de esos de mis tiempos de fumador empedernido, costumbre que afortunadamente abandoné en el año 2009, de manera mucho más penosa que la infección por coronavirus Covid-19. Yo siempre decía que tenía, como apuntaba mi madre, “el resfriado del tío Cano: seis meses en invierno y seis meses en verano”. Cosas de fumadores. Pues este año no. Este año acabo de pasar el COVID-19 y, según las observaciones del médico que me hizo la primera prueba, un test de antígenos, que dio como resultado que tenía una tremenda, altísima, carga viral, me había acabado convirtiendo prácticamente en una “bomba biológica”. A la semana siguiente, un análisis de sangre para ver si había desarrollado anticuerpos contra la enfermedad. El resultado, que no, aunque al parecer yo ya no entrañaba ningún riesgo de contagio para los demás. Por cierto que en mi casa sólo se libró de coger la infección mi señora, esposa y dueña, Merche Izquierdo, que, al parecer, y visto lo visto, no hay virus, coronado, sin corona, o por coronar, que pueda con ella. Qué buena elección hice en su día con esta mujer.

 

Una nueva prueba, otro análisis de sangre, el viernes, 6 de Noviembre. Los resultados dieron todo ok., es decir, no había rastro del virus, y, además, había desarrollado inmunidad, relativa pero suficiente, como para estar tranquilo dos o tres meses, que, visto lo visto, no es tranquilidad para siempre pero tampoco está nada mal. Seguro que mucho más fiable y segura que la vacuna que por fin parece haber llegado al final de su recorrido, la de Pfizer, una vacuna americana, por tanto, que yo desde luego no me voy a poner hasta que no se las pongan Pedro (Sánchez), Pablo (Iglesias), y Donald Trump, en ceremonia ejemplar retransmitida en vivo y en directo por televisión, internet y redes antisociales. Una vacuna que curiosamente, se anuncia a bombo y platillo al tiempo que se informa del supuesto fracaso de la vacuna china por algún contratiempo con los efectos secundarios surgido en alguno de los receptores.

 

Y esa ha sido mi experiencia con la COVID 19, una enfermedad que está en todas partes, incluso en mí, pero que muchos dicen que ni siquiera existe. Para los negacionistas todo es mentira, decorado de cartón piedra, falaz trampantojo, y el mundo del coronavirus sería una farsa, una representación, habiendo muchas personas de calidad, médicos, biólogos, científicos, educadores, cuyo objetivo es demostrar que la pandemia es una estafa. Los negacionistas coinciden en que el virus no existe (pese a las evidencias abrumadoras en sentido contrario) y que todo es un contubernio entre gobiernos y multinacionales para controlar y someter a la población. Claro que los muertos son una evidencia incontestable (aunque también pueden ser un elemento, un daño colateral obligado para la credibilidad de la más convincente, dramática y efectista puesta en escena) y China es la economía mejor posicionada para “sacar tajada” de la nueva demanda que ha generado la COVID 19. China será el único país de los grandes que terminará el año con crecimiento positivo. En términos puramente económicos, la lucha de China contra la crisis de la pandemia ha sido todo un éxito... Además, la puesta en marcha de diversas medidas estructurales, como la promoción de un mayor progreso tecnológico y una mayor autosuficiencia, deberían reforzar el potencial de crecimiento a largo plazo de China y hacerla menos vulnerable a las medidas comerciales de EEUU. Pekín aspira a convertirse en la mayor potencia económica del mundo antes de lo previsto. Antes con Trump. Ahora también con Biden. Pero ese será asunto para semanas próximas, porque me he quedado sin margen para incluirlo aquí y ahora. Agur…

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