Pero también comentario jugoso, refrescante y veraniego. Dice así: son las 11’30 de la mañana y vienes de Mercadona cargando dos bolsas. El calor ya aprieta a esa hora y mientras vuelves a casa, en ese kilómetro escaso que tienes que andar buscando las sombras escaqueadas de los edificios, sudoroso, cansado, con la fascia plantar aullando, detrás de la asfixiante mascarilla que sabes que no puedes quitarte (puta pandemia y putos paletos que la malgestionan), sólo una obsesión puebla tu mente. Llegas por fin a casa; descargas los bultos, te pones fresco, agarras el espray comprado en los chinos y te rocías profusamente la cabeza con agua; luego vas al congelador del frigo, sacas un vaso que ya te habías reservado previamente, coges un bote de Estrella, lo destapas, enchufas el ventilador y delante de él escancias la birra en el vaso helado, y bebes, despacio, saboreando el momento…Ese primer sorbo es el escalón previo al Paraíso. Vuelves a llenar el vaso, te tomas otro trago y te sientas a hablar con el mismísimo Dios. Ha costado llegar al Cielo, pero esa mañana lo has conseguido.

Yo también lo he probado. Funciona. Es, como tú bien dices, admirado y sabio perro anglosajón (con perdón) el gran placer de las pequeñas cosas, el cielo doméstico, cotidiano… Escuchemos ahora a Cipión, abducido, insomne y enjugascado con el tenebroso, sórdido y melancólico juguete de nuestra renegrida y pérfida leyenda negra. …

Isaac Peral y Caballero fue un científico, marino y militar, teniente de navío de la Armada e inventor del primer submarino torpedero que, además, se propulsaba mediante energía eléctrica. Su submarino fue botado en 1888. Sin embargo, a pesar del éxito de las pruebas de la nave, como el enemigo más voraz siempre solemos tenerlo en casa, las autoridades del momento desecharon el invento y alentaron una campaña de desprestigio contra su creador. Leonardo Torres Quevedo (1852–1936) fue un ingenioso ingeniero español. Entre sus creaciones destacan máquinas algebraicas, mandos a distancia, dirigibles y la primera computadora del mundo. Nuestro ingeniero de caminos cántabro, desarrolló también el primer dirigible español, mucho más perfeccionado que el resto de modelos europeos. Los franceses, aunque bordes, no tienen un pelo de tontos: la empresa francesa Astra le compró la patente.

Pero la versión más moderna de la hispanofobia urdida por los Chicos del Norte en tiempos contemporáneos es que ahora somos unos vagos y unos despilfarradores del dinero que ellos tan laboriosamente ganan y que a nosotros tan generosamente nos dejan en calidad de préstamo a bajo interés. «Ni un céntimo más al sur de Europa», decía el contundente titular del semanario holandés Elsevier Weekblad de finales del pasado -y nefasto- mes de mayo. Artículo plagado de tópicos de la Leyenda Negra Moderna, como eso de que aquí no damos un palo al agua, o que estamos todo el día en el bar, o que nuestras chicas andan todo el día holgazaneando y haciéndose selfies, o que estamos tocando la guitarra (o, puestos a ello, las bolas), mientras que ellos, siempre tan industriosos, se pasan los días y las noches trabajando como negros, y critica con dureza el «regalo» de Angela Merkel y Emmanuel Macron de dotar con 500.000 millones de euros a los países del sur para superar la situación de emergencia económica provocada por la crisis del coronavirus.

Vaya, vaya. Mira quién habla, nada menos que los que tienen el más infame paraíso fiscal en el seno de la Unión Europea. Se estima que el sistema holandés le cuesta al resto del mundo un mínimo de 22.000 millones de euros anuales en ingresos fiscales evadidos. ¡Ah!. Y también son de esta opinión los germanos, otros que bailan igual (sí, hombre, los del Dieselgate, aquel escándalo que se destapó en 2015 por instalar un software que alteraba las emisiones de vehículos diésel. Hasta la fecha, Volkswagen ha pagado más de 34.000 millones de dólares en multas y liquidaciones originadas por el fraude). Pero vamos a ver si nos aclaramos, queridos HDLGP (Hermanos De La Gran Patria) de Europa; hasta donde se sabe, tras la última crisis vivida, la de 2008, resulta que los únicos que habían experimentado hasta hace unos meses el mayor crecimiento económico de la zona euro no habían sido los holandeses, ni los germanos, ni tan siquiera los franceses. Fue, por mucho que os pese, nenes, sí, mira por dónde… España. Mientras los demás estabais estancados o en franca recesión, vuestros expertos decían que éramos el motor de Europa. Entonces, muchachitos flamencos, sin gracia alguna como los de verdad que aquí tenemos, me pregunto yo: ¿Cómo cojones se conjuga eso con la injuria de que somos unos vagos? Cagoendiosss, ganas me dan...Si es que no os lo podéis remediar. Os corroe la puta envidia, porque sabéis de nuestro ilustre pasado y de que aquí se vive mejor que en ningún lugar del mundo. Así que jodeos e idos a la puta mierda, so capullos. Un abrazo, querido Berganza. Cipión el rebotao.

Amigo Cipión, amigo perro de Baskerville… Hoy he tenido que cambiar de mascarilla…(¡puta pandemia!), porque se me cayó al suelo, cuando acercaba hasta mis labios -dispuesto a imitarte y comulgar contigo en placenteras sensaciones- un bote de fresca birra, casi helada. Llevaba 4 meses con la misma mascarilla. Era del tipo "quirúrgico", de esas azulitas plisadas. A 90 céntimos cada una. Tengo que deciros que cada vez que salía a la calle la impregnaba de una mezcla muy personal: 80% de alcohol de 96°, un 10% de alcohol de romero y otro 10% de colonia de baño. Lo mismo hacía con el par de guantes (de esos desechables) que tengo almacenados. Si salía 4 veces, 4 veces que las volvía a bañar en ese mejunje personal. Cuando entraba a comprar me sentía limpio y algo eufórico (aún no sé bien por qué). Espero que esta, recién estrenada, me dure al menos otros 4 meses. Al ritmo que lleva la evolución de la pandemia, no creo que tengamos permiso antes para desenmascararnos. La seguiré impregnando con el mismo mejunje, protocolo y parafernalia que a la primera. Es un mejunje mareante, resultón, embriagador…milagroso bálsamo de Fierabrás para la mórbida melancolía que irremisiblemente nos inunda.