Cipión aporta matices a mi respuesta y me sigue diciendo: ciertamente, querido Berganza. Y no es ésta la única subespecie del género homo que se apresta a amenazar nuestra tranquilidad en este valle de lágrimas. Existen entre nosotros otras, por lo demás conocidas desde tiempos pretéritos, que no son moco de pavo, y hasta complementan y nutren genéricamente a las que tú tan sabiamente apuntas. Cleóbulo de Lindos, filósofo griego que floreció allá por el siglo VI antes de Cristo, decía que “nada hay en el mundo tan común como la ignorancia y los charlatanes”. Así que paciencia y buena letra. Te deseo lo mejor para ti y tu admirada familia en este tan incierto, enigmático en cuanto a guarismos, y aún así, esperanzador, 2020. Un abrazo, querido amigo.

Sabia y documentada reflexión, Cipión, como todas las tuyas. Me quedo con lo de esperanzador, aunque hay que tener mucha fe (que yo ya perdí hace tiempo), o la fe del carbonero, para seguir albergando aún algo de esperanza “in hoc lacrimarum valle” (me gusta más en latín porque sigo amando a la madre lingüística que nos parió, tan señorial, tan fecunda, tan refinada, tan distinguida), dado el cerrilismo y cabezonería del torpe tontarrón que, en zafia comandita con su no menos ambiciosa y rubia consorte, que Begoña lleva por nombre, nos desgobierna. Un abrazo y felices pascuas, querido y admirado Cipión.

Así es, querido Berganza, porque al igual que afirma Serrat sobre ¿qué sería del perro sin gatos y sin pulgas, de la flor sin estiércol, del agua sin la sed, del pájaro sin aire, del martillo sin clavo, del amo sin esclavo, del hoy sin el ayer, del caballero andante sin gigantes de viento, sin dama y sin entuertos que desfacer?”, o también, ¿qué sería del ángel si no tentase al diablo, de la fe sin milagro, del milagro sin fe, de la bici sin ruedas, del cuchillo sin filo, del títere sin hilos, del zapato sin pie, de las olas sin mares, del verano sin siesta, del gallo sin su cresta y su quiquiriquí, de las nubes sin cielos, del pan sin fantasía?”. De igual manera, aunque existan oportunistas, malvados, tunantes, egocéntricos y otros muchos epítetos que sería aquí tedioso enumerar para definir a algunos políticos de nuestros días, no cabe duda de que existen en la vida pública por obra y gracia del vulgo que los vota. Un abrazo, querido Berganza.

Verdad dices. Es el vulgo- maleducado, ignorante, engañado, y, al cabo, necio- el que elige a los traidores que lo llevan al desastre. Pero como tú también apuntas (y apuntas muy bien) se trata de dirigentes oportunistas, malvados, tunantes, egocéntricos, que se han servido de trampas y triquiñuelas mil para manipular la ley y el sentir de la población y teledirigir torticeramente sus decisiones en las urnas, cuando no se han servido de las circunstancias para tenderle trampas al propio pueblo, ingenuo y noble. La política se ha convertido en el juego del poder, un implacable, maquiavélico y pervertido “House of Cards”, un tramposo y venenoso “Juego de Tronos” en el que toda maquinación e insidia caben. Preciso es reaccionar porque el tiempo apremia, ya que los enemigos, junto con el gran traidor, se aprestan a suscribir un pacto para liquidar España. Para mí que estamos en una etapa de hedonismo - el navideño “imperio del banquete”- que seguiremos aguantando bien mientras haya dinero para pagar la fiesta. Una etapa ateniense en la que prima la vida muelle y la comodidad frente a la austeridad y el sacrificio espartanos. Desgraciadamente, la sobrevaloración del estómago nos ha hecho relegar el cuidado del cerebro y el desarrollo de la inteligencia, y todas las etapas de declive sufren este tipo de aberraciones que están directamente relacionadas con el vacío intelectual (que eso es lo que significa votar al traidor por pura disciplina de partido, y aunque te “suicidies” (sic). En esta coyuntura es legítimo empezar a hacerse algunas preguntas como: ¿nadie va a salir a la calle?, ¿nadie va a dar cumplida respuesta a esta caída por el abismo a la que asistimos en España? O, ¿cómo es posible que permanezcamos aletargados, cómo explicaremos a nuestros descendientes que estuvimos quietos cuando se perpetró el derribo de la Nación? Porque ese y no otro es el pacto que está a punto de consumar el gran traidor, un pacto (lo repetiré) para liquidar España, a base de apear cualquier principio, liquidar las bases de la convivencia entre españoles que aún representa la Constitución y abocarnos a un abismo de inseguridad e incertidumbre que no nos merecemos. El pueblo ha votado, sí, pero ese no es un pacto que el pueblo haya explícitamente querido. Las cuentas, a posteriori, y en una determinada dirección y con inequívoca e interesada mala intención, las ha hecho el gran traidor, bajo su exclusiva responsabilidad, y movido por ambición vergonzante y desvergonzada. Que no se ampare en el buen, inocente, noble – y necio - pueblo español, que ese sólo es el pagano.