Hacía mucho que no teníamos un tiempo invernal tan crudo como en la pasada semana. Nieve en cantidad en buena parte del país y frío, muchísimo frío.Lo cual obliga, si no queremos pasarlo mal, a echar mano de calefactores, calefacciones, bombas de calor, braseros, chimeneas y todos aquellos artefactos e instalaciones susceptibles de producir calor con el que templar los crudos fríos que nos acechan.
Naturalmente, por las leyes de la termodínamica, para aumentar la temperatura hace falta algún tipo de energía. Y en este, nuestro país, la mayor parte de esa energía se consigue mediante la electricidad y el gas.
Pero hay otras leyes que nos complican calentarnos en invierno, como la ley de la oferta y la demanda, que dice que si hay mucha demanda de un bien (en este caso la energía) y poca oferta, los precios suben. Y he aquí que aumenta la demanda de energía ante la climatología adversa y las compañías eléctricas y de distribución de gas pegan un hachazo al respetable en forma de subida espectacular, cercana al 30%, de sus precios.
Explicación de las empresas energéticas: el exceso de demanda hace que la producción sea insuficiente y que los precios suban en consonancia. Solo hay un pequeño problema: que esta explicación es falsa, y que se trata de una subida no ya solo especulativa, sino abusiva, poco menos que una estafa de las empresas energéticas a sus sufridos y esquilmados clientes.
Una de las quejas recurrentes de las empresas eléctricas españolas es que deben soportar un exceso de capacidad de producción del que solo ellas son responsables pero que pretenden que sea pagado por los clientes, por el estado o por ambos a la vez. De hecho, y si en los últimos meses no se ha hecho nada al respecto, la sobrecapacidad de producción de la industria eléctrica española es de un 100%; es decir, el doble de la que demanda el mercado.
Tanta capacidad de producción de electricidad nos sobra que sería suficiente para abastecer al mercado portugués y cubrir el déficit que arrastra Francia por el cierre de buena parte de sus centrales nucleares.
Pues bien, las compañías eléctricas (y gasísticas) españolas lo han vuelto a hacer. Han aprovechado un aumento de la demanda forzado por las condiciones meteorológicas para subir de forma desorbitada e injustificadas sus precios de venta. Cosa por cierto que hacen sin ningún motivo y con menor rubor aún cada vez que tienen la más mínima disculpa para ello.
Aunque sea, como casi siempre, falsa. Independientemente, además, del partido político que ocupe el gobierno, muchos de cuyos líderes se retiran de la política tras obtener una plaza en los consejos de administración de estas compañías. No es necesario decir que generosamente pagado, ya que estas empresas suelen ser muy agradecidas con quienes tan grandes servicios les prestaron desde el poder.
Pero para que estas compañías ganen aún más dinero, otros tienen que perder. Digámoslo bien: la mayoría, la inmensa mayoría, perdemos. Y no solo los consumidores individualmente considerados, sino el país entero. Por si no lo sabes, querida lectora, querido lector, la electricidad en España es la más cara de Europa y padece además subidas injustificadas y exageradas como la última de la que estamos hablando. Estos precios no solo nos afectan a los clientes de a pie, sino que también perjudican gravemente a las empresas españolas, recortando su competitividad hasta tal punto que muchas que emplean grandes cantidades de energía eléctrica no pueden soportar estos precios y, simplemente, cierran y se van a otros países donde la electricidad sea más barata. Las empresas productoras hablan de exceso de demanda, de bajón en la producción de fuentes eólicas y solares y de falta de gas en las centrales de ciclo combinado. Olvidan, claro está, informar de que ese déficit puede ser enjugado con rapidez aumentando la producción en las centrales nucleares.
En el caso del gas la explicación de la menor disponibilidad es en parte cierta por el aumento espectacular de la demanda en Asia, donde el invierno está siendo muy frío, pero de ninguna manera se ha producido una escasez que explique la enorme subida de precios.
Todos los expertos están de acuerdo en que el mercado español de la energía, en especial el de la electricidad, no solo es demencial, sino que está dominado por unas pocas grandes compañías que actúan como un oligopolio y que imponen al país unos precios las más de las veces injustificadamente altos. Los gobiernos no hacen literalmente nada para evitarlo, por mucho que se ordenen investigaciones cuando los precios se disparan (algunas de ellas llevan ya siete años de instrucción). Resultado: el país entero se ve perjudicado para el enriquecimiento de unos pocos.
Algo que, desgraciadamente, no es nada raro en España. Un drama, la verdad.