Dediquen unos segundos a pensar, más allá del color que tengan sus comentarios, cuál es la función que desarrollan los políticos y cuánto contribuyen en ella. Toman decisiones y distribuyen recursos, entre otras cosas, para garantizar el bien común de la sociedad, o eso dicen. Pero todo esto ya lo saben ustedes. Ahora bien, de ser así, ¿por qué las redes sociales se inundan de mensajes despectivos y contradicciones varias? ¿Acaso no tenemos el poder de elegir a quiénes nos representan? Podríamos añadir una gran lista de adjetivos que se atribuyen a un político cuando se convierte en un personaje público, y todos ellos valdrían para el resto de mortales. Los hay corruptos, cínicos, egocéntricos, narcisistas, lo que ustedes quieran, pero no somos tan diferentes a ellos.
Sin embargo, la labor de éstos puede llegar a ser invisible siempre y cuando no se pague el alto precio de convertirse en un personaje público, es decir, que te conozcan no por quién eres, sino por lo que leen y ven de ti. Aceptar un cargo político es aceptar el gran compromiso social que obliga de forma constante a predicar con el ejemplo. Un ejemplo que se convierte en la ‘fianza’ que deben a todos los que decidieron consignarte con sus votos y te dieron el pase a ese ‘nuevo mundo’ sesgado que da lugar a dos extremos: uno superior ocupado por los que toman las decisiones, y otro inferior en el que se encuentran los que deciden quiénes las toman. Un claro ejemplo fehaciente de retroalimentación en el que siempre habrá un claro vencedor.
La potestad que nos otorga el mero hecho de estar enmarcados dentro de un sistema político que defiende la soberanía del pueblo, nos ofrece un poder con carácter exclusivo que nos consiente en cada legislatura el derecho de premiar a base de votos a los que lo merecen, o castigar con su ausencia a los que no. En pocas palabras, un as bajo la manga que queda en el olvido y se puede acabar convirtiendo en ese golpe encima de la mesa que muchos necesitan para despertar.
Algunos se empeñan en ver dos mundos diferentes pero formamos parte del mismo circo que juzgamos. Pedimos objetividad, pero, ¿somos objetivos? Cada cual mira por el bien de su parcela, esto siempre ha sido así, y no va a cambiar ahora. Seamos tan críticos con nosotros mismos como lo somos con los demás. Nos diferenciamos de otras especies porque somos capaces de guiarnos por la razón. Hagámoslo. Representamos un poder más grande del que ellos tienen: el poder de elegir. Sus decisiones afectan a los ámbitos más importantes de la vida como la educación y la sanidad. Si no lo hacemos por nosotros, hagámoslo por eso.