Creo firmemente en una tierra donde todos vivamos en paz y en armonía. Creo en una tierra donde todos juntos rememos para hacer crecer, soñar y construir juntos la Cieza del presente y del futuro. Creo firmemente en el reconocimiento de lo nuestro por encima de lo del resto. Creo en mi paisano antes que en el que viene de fuera a dorarnos la píldora y hacer de sus palabras un embrujo ante el que caer rendido. Creo en la solidaridad del ciezano por encima de la avaricia y la gula. Creo, creo, creo en tantas cosas que a veces creo que me equivoco en pensar que todo es posible. Es entonces cuando la realidad me da de bruces con la pared y me demuestra que soñar está muy bien, si, pero la realidad es que es imposible avanzar si seguimos mirándonos el ombligo por encima de todo, y de todos. Es imposible avanzar en una sociedad donde el desprecio es el arma más poderosa y donde el infravalorar el trabajo del paisano está a la orden del día.
Creo en una Cieza donde los artistas puedan cobrar por su trabajo y no se sientan en la obligación de regalarlo para darse a conocer; creo en una Cieza donde los comerciantes puedan llevar a su casa el pan de cada día gracias al compromiso de sus conciudadanos; creo en una Cieza donde sus instituciones valoren más el trabajo, la constancia y el tesón de sus asociados por encima de intereses y egos personales; creo en una Cieza donde nosotros, los ciezanos, respetemos nuestro entorno natural y seamos capaces de dar a conocer, allá por donde vayamos, todo lo bueno que tenemos, que no es poco. Creo en Cieza porque, como ciezano que me siento, me siento en la obligación de hacer de mi tierra un lugar mejor donde vivir, donde echar raíces y permanecer hasta que, cuando el Santo Cristo lo quiera, partir junto a él.
Creo en Cieza por encima de todo y de todos, pero creo que nos falta mucho amor propio. Creo que nos falta creérnoslo, nos falta empatizar con el vecino, nos falta detenernos en la vorágine de nuestra vida y escuchar al que tenemos al lado. Creo que no valoramos lo nuestro por el mero hecho de ser nuestro. Creo que nos equivocamos llenando de oropel a aquellos que llegan de fuera y pasan por la izquierda, sin merito alguno, a nuestros paisanos. Creo que nos falta mucho amor propio, y ese amor propio se construye creyendo en los ciezanos y respetándolos y, tristemente, el ciezano no quiere a sus vecinos, el ciezano quiere siempre destacar por encima de todo, y de todos, quiere dejar su huella allá por donde va, dándole igual lo que el resto piense, quiere permanecer y perpetuarse por encima de todo, y de todos.
Cieza me duele, no les voy a engañar, pero más me duelen las decisiones y las puñaladas de los que considero mis vecinos.
Os espero en quince días, mientras sigo observando la vida.