Es difícil, comprender y entender, que es lo que pasa en un determinado momento de nuestra vida, más si cabe cuando, pese a que lo entendemos, nuestro subconsciente nos traiciona y nos enseña que, determinados factores, desembocan en uno mayor, en este caso 47 días que serán inexplicables e inconcebibles. La Cuaresma y la Semana Santa de Cieza 2021.
No pretendo, ni tengo pretensión alguna, de alzarme como voz autorizada para hablar sobre un determinado tema. Pero, se lo reconozco, a veces uno hace todo lo posible por entender que lo verdaderamente importante es la vida; ahora bien, si lo verdaderamente importante es la vida, ¿por qué esta se compone de elementos que la componen? Esto es, si entendemos que lo principal es vivir, ¿Por qué concebimos la existencia, o parte de ella, como un todo que, sin esa parte no tiene sentido?
No me cabe la menor duda de que son días difíciles, son días de oscuridad y tinieblas pero, sin embargo, el cofrade ciezano, quiero pensar, solo cree en que algún día, más pronto que tarde, todo volverá a ser como antes y las calles de Cieza volverán a sonar al incomparable genio del Maestro Gómez Villa reflejado en ese solo para la eternidad que es el de Semana Santa Ciezana.
Llegará la Cuaresma como llegaron las golondrinas para Bécquer, pero, sin embargo, el contexto dramático y el romanticismo es el mismo. El cofrade ciezano camina y atisba en los anaranjados crepúsculos los atardeceres de la Traída de los Santos; sale a la calle una mañana espléndida y piensa en el Domingo de Ramos; escucha una conversación y cree que hablan de Semana Santa y, sin embargo, y me permito la licencia de citar a Barbeito, ‘’Parece que es la hora, y no es la hora. Parece que está todo... y algo falta. ’’ Porque, efectivamente, la hora tendrá que esperar, el motor que nos mueve a seguir con ilusión está detenido de manera supina y atemporal. El cielo nos lo advierte, pese a todo lo que parece, nada será igual este año. Serán los 47 días más extraños que la familia nazarena ciezana tendrá que afrontar. Serán 47 días sin el aroma de la flor fresca, sin los acordes de las marchas procesionales, sin el ir y venir de gentes presurosas a la Cochera de los Santos y sin lo sublime hecho imaginería recorriendo nuestra calles. 47 días que nos deben obligar, si, obligar, a que realmente, cuando la Atalaya vuelva a amanecer de color morado y palmas, sepamos valorar lo que en Cieza se alumbra cuando llega la Semana Santa.
Cieza, la de Carrillo y Antonio León, la de Rafael y Joaquín, la de Nazareno y Ánimas, la de OJE y Medina Siyasa, la de Solano y Bonifacio, la de ARTEFLOR y la del Perkin, la de la Asunción y San Joaquín. Cieza, la ciudad que emana sangre nazarena – perdona Enrique, pero nadie escribe mejor que tú sobre qué es ser procesionista en Cieza- este año deberá permanecer dormida, como el Señor de la Cama, hasta que de nuevo vuelvan a sonar las diez de la noche más esperada para los ciezanos.
Tendrás que esperar ciezano, tendrás que sufrir, llorar y maldecir, pero nunca te olvides que, cuando menos lo esperes, habrán pasado 47 días y los que hagan falta para ver, frente a frente, a la Pasión según la Semana Santa Ciezana, la de nuestros sueños, nuestros desvelos y nuestros anhelos. La que llevamos marcando el latir de nuestro corazón. La Semana Santa de Cieza.
Os espero en quince días, mientras sigo observando la vida.