Previamente esa voz había conversado conmigo. Una mujer mayor, rozando los noventa, se paró junto a mí, y al verme fotografiar me dijo: ‘’Nene, esto es maravilloso. Vengas el día que vengas y el mes que vengas’’. No pude más que darle la razón y asentir, y es que el Paseo Ribereño es un vergel, pero hay un espacio concreto que bien podría ser una pintura de un cuadro expresionista. Bien podría ser la Francia de Manet y Monet. Bien podría ser una calle de Paris, un jardín de Versalles o unos viñedos de la Provenza francesa, pero no; es el Molino de Teodoro de Cieza. Uno de los últimos vestigios de la Cieza agraria que necesitaba de estos utensilios y construcciones para poder llevar el agua hasta sus cultivos.
Hoy el Molino de Teodoro es un rincón idílico que te abre paso a una ruta de desconexión y calma. Por su espalda te descubre la Atalaya, y por su frente te descubre un rincón de apenas unos kilómetros pero que te invitan a sentarte frente a ellos y ensimismarte ante la naturaleza en su máximo esplendor.
En el Molino de Teodoro el otoño en Cieza encuentra su máximo esplendor. No necesitas coger el coche para irte a ningún de los famosos parajes ciezanos, que por cierto; ya están preparando la Primavera del Mundo. El Molino de Teodoro se encuentra a tan solo unos minutos del centro de la ciudad. Tan solo nos separan unos minutos de la urbe del idilio otoñal. A tan solo diez minutos el otoño despliega todo su encanto ante el espectador, propio o extraño. Pincelada a pincelada, hoja a hoja, la naturaleza ha ido pintando un entorno que cada otoño revive para mostrarnos el significado de belleza para los ciezanos. Además, si se da el caso de que ha llovido, como estos días, la caída de las hojas sí que dibujan, realmente, un tapiz multicolor. Si te detienes podrás ver hojas de todas las tonalidades de colores cálidos. Desde naranjas hasta rojos, pasando por los amarillos o por los verdes claros. Todo el otoño se resume en esos colores, y todo el otoño se puede encontrar en el Molino de Teodoro de Cieza. Cuando noviembre se despide, cuando los árboles lloran y se preparan para dormir en el frio invierno, cuando la vida muere para renacer en la Primavera del Mundo. En ese exacto momento en Cieza el otoño cobra vigencia, y la cobra en su Molino de Teodoro.
Os espero en quince días. Mientras sigo observando la vida.