Conozco a Paco Martínez Rojas desde hace ya muchos años, sus años de estudiante cuando iba con sus apuntes de medicina al taller de su suegro, el maestro Carrillo, donde iba yo muchas tardes a visitar. Siempre me he considerado y afortunado con su amistad, con nuestras tertulias en aquel taller tan entrañable, tan querido para mí.
Recuerdo a su entonces novia Carmen Carrillo ilusionada con su obra, con su futuro como matrimonio, con la hermosa aventura de la vida. Tardes interminables que ahora recuerdo con sumo cariño, con los ojos llenos de lágrimas, ante la realidad reciente de su pronto fallecimiento. Me queda de él y su recuerdo el ejemplo de amistad sincera, callada, honesto, inteligente, prudente, amigo de verdad, no ausente nunca de tu vida, al contrario, estaba ahí, en silencio, intuitivo, audaz, respetuoso. Amigos así nunca mueren, porque no se olvidan jamás.
Era médico de vocación, curando y preocupándose de sus pacientes como solo él lo sabía hacer, a mi madre le dio 4 años más de vida cuando el alzheimer minó su salud y parte de la nuestra.
Alcalde de Cieza, persona comprometida con la justicia social y tener una ciudad en condiciones en todos los ámbitos, no pensaba en destacar, pensaba en ser útil a su pueblo y a su gente.
Pido a Dios que te abrace al recibirte en el cielo, y que entre los dos intentéis curar a esta sociedad de muchas cosas, de tantos desmanes que nos acechan, ahora que desde el balcón del cielo veis de otra manera esta tierra nuestra donde nos falta más amor, más empatía con el otro, más sinceridad, más amistad y menos cosas negativas que a nada llevan.
Te recuerdo con tu sonrisa, con tu luz silenciosa, con tu estar ahí siempre, con tu mano amiga y bondadosa.
Termino con la elegía a Ramón Sijé escrita en el año 1.936 por Miguel Hernandez que tu mujer Carmen recitó ante tu sepultura el día de tu entierro, siempre amistad eterna Paco, siempre, un abrazo de amistad sincera, sencilla, siempre, siempre, siempre.
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
Quiero escabar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajarearán tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arruello de las rejas
de los enamorados labradores.
Tu corazón ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
D.E.P.