Además, se considera este período como en el que los resultados académicos, en la mayoría de los casos, se priorizan respecto a la práctica de actividad física. En muchos casos, esta fase de crecimiento y madurez supone la reducción, incluso la eliminación del tiempo destinado a la mejora de la salud a través de actividades basadas en el movimiento.
Estudios realizados en adolescentes de 13 a 16 años, como, por ejemplo, el de González y Portolés (2014), demuestran que, en el caso de los murcianos, la pereza y la falta de tiempo se imponen dentro de los motivos para que la práctica de actividad física escasee en esta etapa de crecimiento. A pesar de eso, podemos encontrar que, a los conocidos beneficios asociados a la práctica de la actividad física, encontrando entre otros, los físicos (mejoras cardiovasculares), psíquicos (reduce el estrés) y sociales (fomenta la sociabilidad). Además, en estos estudios se ha podido comprobar, como a la práctica de actividad física se le unen otros aspectos positivos como: obtener mayor rendimiento académico, en el caso de que los jóvenes practiquen actividad física extraescolar. Asimismo, la práctica de actividad física extraescolar de forma regular, es fundamental para disminuir el consumo de sustancias nocivas, evitar el sedentarismo y la aparición de conductas sociales desadaptativas (aislamiento social, etc.).
Escuelas Activas
Por todo lo anterior, cada vez surgen más iniciativas enfocadas al aumento de la práctica de la actividad física, con el propósito de mejorar nuestros hábitos saludables. Estas tendencias surgen en contraposición al deporte tradicional, tal y como lo hemos conocido hasta hace relativamente poco. Así, desde la asignatura de Educación Física, surgen programas innovadores como el de “Escuelas Activas” (creado por Juan Eugenio Alcaraz y María Sánchez), en el cual, partiendo de las orientaciones de actividad física diaria que establece la Organización Mundial de la Salud (OMS,2010), establece una serie de estrategias activas para alcanzar los 10.000 pasos diarios. De esta manera, se consigue que los adolescentes puedan alcanzar a realizar 60 minutos de Actividad Física diaria entre Moderada y Vigorosa (AFMV) establecida por la citada OMS.
Tendencias en alimentación saludable
Si hablamos de alimentación saludable, entre otras, se pueden citar tres opciones. Por un lado, la tradicional, y archiconocida, pirámide de alimentos saludables. En una de sus modificaciones (SENC,2015), se añade en la base de la pirámide los componentes que proporcionan un estilo de vida saludable, como por ejemplo, actividad física diaria (60 minutos diarios), equilibrio emocional, balance energético, técnicas culinarias saludables y 4-6 vasos al día de agua. Conforme se asciende en la pirámide, encontramos que los cereales son la base de la alimentación, aunque este aspecto se pondrá en entredicho más adelante. La presencia de las proteínas de origen animal y vegetal se iguala, y, por último, en la cúspide de la pirámide encontramos grasas, bollerías, en definitiva, los alimentos menos saludables de sobra conocidos (dulces, alimentos ultraprocesados, etc). Otra tendencia, que parte de la pirámide de alimentos, es la que se denomina triángulo de la nutrición, cuyas premisas son: comer más productos procedentes de las plantas, haciéndolos más presentes que de los de procedencia animal y evitar el consumo de productos ultraprocesados. Para terminar, añado otro modelo más actual, como es el Plato de Harvard (que ya lleva unos cuantos años entre nosotros). En él, se muestra un plato, dividido en cuatro partes de distinto tamaño. En orden, de mayor a menor presencia en nuestra dieta, tenemos: en primer lugar, las verduras y, en menor medida las frutas, con una presencia de la mitad del plato. Por otro lado, tenemos que los granos integrales (cereales, pan de trigo integral, entre otros) ocuparían un cuarto de plato, junto a la proteína saludable (pescados, aves, legumbres, etc., evitando carnes rojas y procesadas, queso, etc.).
